Vv. 8—12. El nombre de Judá significa alabanza. Dios era alabado por su causa, capítulo xxix,
35, alabado por él y alabado en él; por tanto, sus hermanos le alabarán. Judá será una tribu fuerte y
valiente. Judá es comparado, no con un león enfurecido y rugiente, sino con un león que disfruta la
satisfacción de su fuerza y éxito sin vejar a los demás; esto es ser verdaderamente grande. Judá será
la tribu real, la tribu de la cual vendrá el Mesías Príncipe. Silo, esa Simiente prometida en quien la
tierra será bendecida, “ese pacífico y próspero”, o “ Salvador” vendrá de Judá. Así, pues, el
moribundo Jacob vio, de lejos, el día de Cristo y eso le fue consuelo y sostén en su lecho de muerte.
Hasta la venida de Cristo, Judá poseyó autoridad, pero, después de su crucifixión, esta fue
disminuida y, conforme a lo anunciado por Cristo, Jerusalén fue destruida y todo el remanente pobre
y perseguido de los judíos fue confundido. —Mucho de lo que aquí se dice de Judá, debe aplicarse a
nuestro Señor Jesús. En Él hay abundancia de todo lo que alimenta y refresca el alma y que mantiene
y alegra la vida divina en ella. Él es la vid verdadera; el vino es el símbolo señalado de su sangre,
que se bebe, derramada en favor de los pecadores y aplicada por fe; y todas las bendiciones de su
evangelio son vino y leche, sin dinero y sin precio, a lo cual es bienvenida toda alma sedienta, Isaías
lv, 1.