Vv. 1—3. Sarai que ya no esperaba tener hijos propios, propuso a Abram que tomara otra esposa,
cuyos hijos ella podría adoptar: su esclava, cuyos hijos serían propiedad de Sarai. Esto fue hecho sin
pedir el consejo del Señor. Obró la incredulidad, y olvidaron el poder omnipotente de Dios. Fue un
mal ejemplo y fuente de múltiple incomodidad. En toda relación y situación de la vida hay una cruz
que debemos llevar: gran parte del ejercicio de la fe consiste en someterse pacientemente, en esperar
el tiempo del Señor y usar solamente aquellos medios que Él designa para remover la cruz. Las
tentaciones necias pueden tener pretensiones muy lindas y estar pintadas con eso que luce muy
plausible. La sabiduría carnal nos saca del camino de Dios. Esto no sería así si pidiésemos el consejo
de Dios por su palabra y oración antes de intentar aquello que es dudoso.
Vv. 4—6. El desdichado matrimonio de Abram con Agar logró muy pronto hacer mucha maldad.
Podemos agradecernos la culpa y pena que nos siguen cuando nos salimos del camino de nuestro
deber. Véalo en este caso. —La gente apasionada suele pelear con el prójimo por cosas de las cuales
ellos mismos deben llevar la culpa. Sarai había dado su doncella a Abram pero ella grita: “Mi afrenta
sea sobre ti.” Nunca se dice sabiamente aquello que el orgullo y la ira ponen en nuestras bocas. No
siempre tienen la razón aquellos que son más ruidosos y osados para apelar a Dios: tales prisa e
imprecaciones osadas hablan corrientemente de culpa y de una mala causa. Agar olvidó que ella
misma había provocado primero al despreciar a su señora. Aquellos que sufren por sus faltas deben
soportarlo con paciencia, 1 Pedro ii, 20.