Vv. 5—9. He aquí una expresión a la manera de los hombres: “Descendió Jehová para ver la
ciudad”. Dios es justo y bueno en todo lo que hace contra el pecado y los pecadores y no condena a
nadie sin oírlo. El pío Heber no se encuentra en este grupo impío; pues él y los suyos son llamados
hijos de Dios; sus almas no se unieron a la asamblea de estos hijos de los hombres. Dios permitió
que ellos llegaran a cierto punto para que las obras de sus manos, de las cuales se prometían honra
perdurable para sí mismos, resultasen para su reproche eterno. Dios tiene fines sabios y santos al
permitir que los enemigos de su gloria ejecuten en gran medida sus malos proyectos y prosperen por
largo tiempo. —Observe la sabiduría y misericordia de Dios en los métodos usados para derrotar
esta empresa. Y la misericordia de Dios al no hacer el castigo igual a la ofensa; pues Él no nos trata
conforme a nuestros pecados. La sabiduría de Dios, al establecer una forma segura de detener sus
procedimientos. Si no se podían entender entre sí, no podrían ayudarse uno a otro; esto apartaría de
la edificación. Dios tiene diversos medios, y eficaces, para frustrar y derrotar los proyectos de
hombres orgullosos que se ponen en su contra y, en particular, los divide entre ellos mismos. A pesar
de su unidad y obstinación, Dios estaba por encima de ellos; ¿pues quién ha endurecido su corazón
contra Él y ha prosperado? Su lenguaje fue confundido. Por ellos todos sufrimos hasta hoy todos los
dolores y problemas necesarios para aprender idiomas, todo ello por la rebeldía de nuestros
antepasados de Babel. Y, ¡vaya!, cuántas desdichadas disputas, peleas de palabras, surgen por
entender mal unos las palabras de otros, y, por todo lo que sabemos, se deben a esta confusión de
lenguas. —Ellos dejaron de edificar la ciudad. La confusión de sus lenguas no sólo los incapacitó
para ayudarse unos a otros sino que vieron la mano del Señor contra ellos. Es sabiduría dejar algo en
cuanto nos damos cuenta que Dios se opone a ello. Dios puede destruir y reducir a nada todas las
artes y designios de los constructores de Babel: no hay sabiduría ni consejo que pueda levantarse
contra el Señor. —Los constructores se fueron conforme a sus familias y las lenguas que hablaban a
los países y lugares asignados a ellos. Los hijos de los hombres nunca se volvieron a juntar, ni jamás
se reunirán nuevamente, hasta el gran día en que el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria
y todas las naciones se reúnan ante Él.