Vv. 1—3. Toda la raza de la humanidad, salvo Noé y su familia, estaban ahora muertos, de modo
que el acordarse Dios de Noé, fue el retorno de su misericordia a la humanidad, a la cual no había
exterminado por completo. Las exigencias de la justicia divina habían sido contestadas por la ruina
de los pecadores. Dios envió el viento para secar la tierra y selló sus aguas. La misma mano que trae
la desolación debe traer la liberación; por tanto, debemos mirar siempre esa mano. Cuando las
aflicciones han hecho la obra para la cual fueron enviadas, sea obra que mata o que cura, serán
quitadas. Como la tierra no fue anegada en un día, tampoco se secó en un día. Dios suele liberar
gradualmente a su pueblo para que no sea despreciado el día de las cosas pequeñas ni haya
desconsuelo por el día de las grandes cosas.