Vv. 8—11. Noé no halló favor ante los ojos de los hombres; ellos lo odiaron y persiguieron
porque por su vida y predicación él condenaba al mundo: pero halló gracia ante los ojos del Señor y
eso lo hizo más verdaderamente honorable que los hombres de renombre. Que este sea nuestro deseo
principal, esforcémonos para que podamos ser aceptados por Él. Cuando el resto del mundo era malo
Noé mantuvo su integridad. La buena voluntad de Dios para con Noé produjo esta buena obra en él.
Él era justo, esto es, un hombre justificado ante Dios por fe en la Simiente prometida. Como tal fue
hecho santo y tuvo principios justos. Y fue justo en su conducta. No sólo fue honesto sino devoto; su
afán constante era hacer la voluntad de Dios. Dios mira con favor a quienes miran sinceramente a Él
con los ojos de la fe. Fácil es ser religioso cuando la religión está de moda; pero muestra fe y
resolución firmes nadar contra la corriente y estar por Dios cuando nadie más está por Él; Noé lo
hizo así. —Toda clase de pecados se hallaban entre los hombres. Ellos corrompieron la adoración de
Dios. El pecado llena la tierra con violencia y esto justificaba plenamente la decisión de Dios de
destruir el mundo. El contagio se disemina. Cuando la maldad se vuelve general, la ruina no está
lejos; mientras en una nación haya un remanente de gente que ora, vaciando así la medida antes que
se llene, los juicios pueden ser aplazados; pero cuando todas las manos están ocupadas en echar
abajo las cercas, por el pecado, y nadie se pone en la brecha para repararla, ¿qué puede esperarse
sino un diluvio de ira?