Vv. 1-7. La cosa más notable acerca del mundo antiguo es su destrucción por el diluvio. Se nos
cuenta la abundante iniquidad de ese mundo malo: la justa ira de Dios y su santa resolución de
castigarlo. En todas las épocas ha habido una maldición específica de Dios para el matrimonio entre
un profesante de la verdadera religión y sus enemigos declarados. El mal ejemplo del cónyuge impío
corrompe o hiere mucho al otro. Se acaba la religión de la familia y los niños son educados
conforme a las máximas mundanas del progenitor que no tiene temor de Dios. Si profesamos ser
hijos e hijas del Señor Todopoderoso, no debemos casarnos sin su consentimiento. Él no nos dará su
bendición, si preferimos la belleza, la inteligencia, la riqueza o los honores mundanales a la fe y la
santidad. —El Espíritu de Dios contendió con los hombres enviando a Enoc, Noé y quizá a otros,
para que les predicaran; esperaba mostrar su gracia a pesar de sus rebeliones despertando temor y
convicción en sus conciencias. Pero el Señor declaró que su Espíritu no siempre contendería así con
los hombres; Él los dejaría endurecerse en el pecado y madurar para la destrucción. Esto lo
determinó Él porque el hombre era carne: no sólo frágil y débil, sino carnal y depravado, habiendo
usado mal los poderes nobles de su alma para satisfacer sus inclinaciones corruptas. —Dios ve toda
la maldad que hay entre los hijos de los hombres; no la pueden ocultar de Él ahora; y si no se
arrepienten de ella, será dada a conocer por Él dentro de poco. Indudablemente la maldad de un
pueblo es grande, cuando los pecadores notorios son hombres célebres entre ellos. Muchísimo
pecado se cometía en todas partes por toda clase de personas. Cualquiera podía ver que la maldad del
hombre era grande: pero Dios vio que toda imaginación o propósito de los pensamientos del corazón
del hombre era de continuo solamente el mal. Esto era la raíz amarga, la fuente corrupta. El corazón
era engañoso y perverso; los principios eran corruptos; los hábitos y las disposiciones, malas. Sus
intenciones y planes eran malvados. Ellos hacían el mal deliberadamente, y se las ingeniaban para
hacer perversidades. No había bien entre ellos. Dios vio la maldad del hombre como quien es herido
y maltratado por ella. La vio como un padre tierno ve la necedad y porfía de un hijo rebelde y
desobediente, cosa que le aflige y le hace desear no haber tenido hijos. Las palabras usadas aquí son
muy notables; las usa según el entendimiento de los hombres y no significan que Dios pueda
cambiar o sentirse infeliz. ¿Dios odia así nuestro pecado? Y nosotros, ¿no debiéramos afligirnos de
corazón por eso? ¡Oh, que podamos mirar a Aquel a quien hemos afligido, y lamentar! —Dios se
arrepintió de haber hecho al hombre; pero nunca lo encontramos arrepentido de haber redimido al
hombre. Dios resuelve destruir al hombre: la palabra original es muy impactante, “raeré de sobre la
faz de la tierra a los hombres” como se barre el polvo o la suciedad de un lugar que debe estar limpio
y se arroja al montón de basura, el lugar apropiado para ello. Dios habla del hombre como de su
propia criatura, cuando resuelve su castigo. Pierden su vida los que no responden al propósito de sus
vidas. Dios tomó esta decisión sobre los hombres después que su Espíritu había contendido por
mucho tiempo con ellos pero en vano. Nadie es castigado por la justicia de Dios sino aquellos que
detestan ser reformados por la gracia de Dios.