Joel significa «el Señor es Dios» y la Biblia identifica al profeta con ese nombre como hijo de Petuel (1:1).[1] Su nombre es idóneo para el tema de este libro profético, el cual enfatiza la labor soberana de Dios en la historia humana. Este profeta predicó con valor un mensaje que trascendió su tiempo. Incluso Pedro citó una de sus profecías en uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la iglesia: el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés (Hch 2:16).
Desconocemos los antecedentes biográficos de Joel y los datos que se pueden recabar sobre el libro que lleva su nombre y mucha información depende de la época en que se ubique el ministerio del profeta. Sin embargo, su mensaje posee una combinación de llamado al arrepentimiento y promesa de misericordia que es común en los mensajeros enviados por Dios. Mucho del contenido de su enseñanza puede hallar una aplicación práctica en cualquier época.
¿Qué hizo Joel?
Los estudiosos presentan diferentes fechas posibles en las que Joel profetizó. A pesar de que se desconoce con certeza la fecha del libro, «el impacto en su interpretación es mínimo».[2] Independientemente de la fecha en que Joel ministró, el bosquejo del mensaje que predicó es claro: 1) La plaga de langostas recién experimentada fue un juicio de Dios; y 2) El juicio posterior (el día del Señor), será aún más grave que el primero.
Ambos acontecimientos constituyen el fundamento para su reprensión a los ancianos y al pueblo de Israel. Al final de su libro incluye una advertencia a las naciones (3:1-17). Su preocupación se enfocó en abordar «el día del Señor», que es una referencia al juicio de Dios, la restauración o recompensa de Su pueblo y la reivindicación de Su nombre (1:15; 2:1, 11, 31; 3:14).
El mensaje de Joel
El libro narra que una plaga reciente de langostas había devastado la tierra. Esta calamidad tuvo un impacto tremendo, por lo que a la nación le tomó varios años recuperarse debido a que dependía de una economía agrícola. La naturaleza había respondido a la voluntad divina para ejecutar Sus planes de juicio sobre el pueblo insensible ante las demandas de su Dios.
Joel mira al pasado y atribuye la invasión de la plaga al juicio de Dios. Después pronostica una devastación peor en el día del Señor. El clímax de su mensaje fue el llamado al arrepentimiento (1:13-14; 2:12-17).
La proyección futura de juicio era una motivación solemne nacida de la benignidad divina. Como un padre bueno que advierte a su hijo de una disciplina que tiene como propósito evitarle el castigo, la bondad de Dios conduce a Su pueblo una vez más al arrepentimiento (Ro 2:4). Ahora era responsabilidad del pueblo responder con acciones concretas de cambios.
Cristo en el libro del profeta Joel
La promesa que Cristo hizo sobre la llegada del Espíritu Santo se cumplió el día de pentecostés (cp. Jn 16:7-11). Explicando el derramamiento del Espíritu Santo que estaba sucediendo, Pedro afirma: «Esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel», y de inmediato cita las palabras del profeta (Hch 2:16; cp. Jl 2:28-32). De esta manera se inició un movimiento de evangelización masivo que desde ese momento sacudió las ciudades del mundo conocido.
Lecciones que aprendemos de Joel
Prediquemos el evangelio sin excluir el llamado al arrepentimiento
Diferentes voces contemporáneas apuntan a la necesidad de volver a incluir en la predicación el mensaje de arrepentimiento que caracteriza al reino de Dios. Juan el Bautista, Cristo mismo y los apóstoles proclamaron un evangelio que contenía un llamado a renunciar al pecado y rendirse a Dios. Los autores Wilkerson y Boa describen a Joel como «un claro, conciso y determinado predicador del arrepentimiento».[3]
Evitemos servir con indiferencia e insensibilidad
Joel dirige su escrito a los ancianos que pareciera que estaban tratando el ministerio con superficialidad (1:2, 13). La insensibilidad e indiferencia hacia las cosas de Dios son pecado. Dios espera que el liderazgo le sirva conforme a Sus estándares. Los que tenemos posiciones de liderazgo en la iglesia de Cristo debemos someternos en actitud, principios y formas a lo que establecen las Escrituras. Un día entregaremos cuentas de nuestro trabajo en el ministerio. Es muy claro que los falsos líderes enfrentarán el juicio (Mt 7:21-23). Esa verdad debe hacernos sobrios, serios y responsables con la tarea delegada.
Lo que expone el profeta Joel nos llama a la reflexión y al compromiso con la gloria de Dios. No podemos olvidar que pisamos terreno santo.
No perdamos la esperanza ante el desastre moral
Joel realiza un anuncio de esperanza a pesar de las injusticias de las naciones. En un mundo que corre sin control hacia la bajeza moral, nos vemos tentados a olvidar que Dios gobierna y ejerce Su soberanía sobre las naciones. Un día, Él juzgará a las naciones y vindicará a Su pueblo (3:20-21; Ap 20:11-15). Podemos contar con ello.
Se requiere valentía y lealtad para obedecer órdenes. El profeta Joel fue un ejemplo de ambas cosas, las cuales adornan su testimonio. Los tiempos presentes demandan cristianos de tal calibre. Amados, imitemos la gallardía de este profeta y que la voz potente de Dios se escuche hasta los confines de la tierra.
LEO MEYER