Vv. 20, 21. Dios le puso nombre al hombre y lo llamó Adán, que significa tierra roja; Adán le
puso nombre a la mujer y la llamó Eva, esto es, vida. Adán lleva el nombre del cuerpo mortal, Eva el
del alma viva. Probablemente Adán haya tenido en cuenta la bendición de un Redentor, la Simiente
prometida, al llamar Eva o vida a su esposa; pues Él sería la vida de todos los creyentes, y en Él
serían benditas todas las familias de la tierra. —Véase, además, el cuidado de Dios por nuestros
primeros padres a pesar de su pecado. La vestimenta se introdujo con el pecado. Poca razón tenemos
al enorgullecernos de nuestras ropas que no son sino la insignia de nuestra vergüenza. Cuando Dios
hizo ropa para nuestros primeros padres, las hizo abrigadoras y fuertes, rústicas y muy sencillas; no
mantos de escarlata sino túnicas de pieles. Que quienes están pobremente vestidos aprendan de aquí
a no quejarse. Teniendo comida y abrigo, que estén contentos; ellos están tan bien como Adán y Eva.
Que aquellos que están finamente vestidos, aprendan a no hacer de las vestimentas su adorno. —Se
supone que las bestias, de cuyas pieles los vistió Dios, fueron muertas, no para comida del hombre,
sino para sacrificio, para tipificar a Cristo, el gran Sacrificio. Adán y Eva se hicieron delantales de
hojas de higuera, cubierta demasiado estrecha para envolverlos, Isaías xxviii, 20. Tales son todos los
trapos de nuestra justicia propia. Pero Dios les hizo túnicas de pieles, grandes, firmes, durables y de
su medida: tal es la justicia de Cristo; por tanto, vestíos del Señor Jesucristo.