Vv. 6—8. Observe los pasos de la transgresión: no son pasos ascendentes sino descendentes
hacia el abismo. —1. Ella vio. Una gran cantidad de pecado viene por los ojos. No miremos aquello
que trae consigo el riesgo de estimular la concupiscencia, Mateo v. 28. —2. Ella tomó. Fue su propio
acto y obra. Satanás puede tentar pero no puede obligar; puede persuadirnos a que nos arrojemos al
precipicio pero no puede arrojarnos, Mateo iv. 6. —3. Ella comió. Cuando miró quizás no tuviera la
intención de tomarlo; o cuando lo tomó no tuviera la intención de comer; pero acabó en eso. Es
sabiduría detener los primeros movimientos del pecado, y abandonarlo antes de verse comprometido
con él. —4. También dio a su marido. Quienes han hecho mal, están dispuestos a arrastrar a otros a
hacer lo mismo. —5. Ella comió. Al no tomar en cuenta el árbol de la vida. Del cual se le permitía
comer, y al comer del árbol del conocimiento, que estaba prohibido, Adán claramente muestra su
desdén por lo que Dios le ha otorgado, y su deseo por lo que Dios consideró prudente no darle.
Deseaba tener lo que quería y hacer lo que le placiera. En una palabra su pecado fue la
desobediencia, Romanos v, 19; la desobediencia a un mandato claro, simple y expreso. No tenía una
naturaleza pecaminosa que lo traicionara; en cambio tenía libertad de voluntad, con toda su fuerza,
no debilitada ni desequilibrada. Se apartó con mucha prontitud. Arrastró a toda su posteridad al
pecado y a la miseria. Entonces, ¿quién puede decir que el pecado de Adán en sí causó poco daño?
—Ya era demasiado tarde, cuando Adán y Eva vieron la necedad de comer la fruta prohibida. Vieron
la felicidad de la cual cayeron y la miseria en que se hundieron. Vieron a un Dios amante irritado, y
la pérdida de su gracia y su favor. Véase aquí qué deshonra y trastorno produce el pecado; hace
maldad doquiera se introduce y destruye todo consuelo. Tarde o temprano acarrea la vergüenza; sea
la vergüenza del arrepentimiento verdadero, que termina en gloria, o la vergüenza y confusión
perpetua, en la cual despertarán los malos en el gran día. Véase aquí en qué consiste corrientemente
la necedad de quienes han pecado. Cuidan más de salvar su crédito ante los hombres que obtener el
perdón de Dios. Las excusas que dan los hombres para cubrir y restar importancia a sus pecados, son
vanas y frívolas; como los delantales de hojas de higuera que se hicieron, no logran mejorar las
cosas: no obstante, todos tenemos la tendencia a cubrir nuestras transgresiones como Adán. Antes de
pecar ellos acogían con gozo humilde las bondadosas visitas de Dios; ahora Él se convertía en un
terror para ellos. No cabe asombrarse de que se convirtieran en terror para sí mismos y se llenaran de
confusión. Esto muestra la falsedad del tentador y el fraude de sus tentaciones. Satanás prometió que
estarían a salvo. Pero ¡ellos no pueden ni pensar que sea así! Adán y Eva eran, ahora, consoladores
desdichados el uno para el otro!