En Occidente, vivimos en algunas de las naciones más ricas de la historia del mundo y disfrutamos de lujos que Salomón nunca hubiera podido imaginar. Tenemos abundante variedad de alimentos. Vivimos en casas con sistema de climatización. Disponemos de una tecnología increíble que nos proporciona entretenimiento, información y conexión. Sin embargo, seguimos insatisfechos. ¿Cómo es posible? Porque buscamos la satisfacción en los lugares equivocados. El Señor nos habla a través de Isaías:
Todos los sedientos, vengan a las aguas;
Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman.
Vengan, compren vino y leche
sin dinero y sin costo alguno.
¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan,
y su salario en lo que no sacia?
Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno,
y se deleitará su alma en la abundancia (Is 55:1-2).
Muchos de nosotros estamos insatisfechos con nuestras finanzas, no porque no tengamos suficiente, sino porque hemos creído la mentira del mundo de que más riqueza material y posesiones nos harán felices. Por medio de Isaías, Dios deja claro que nuestro problema es que estamos poniendo nuestra esperanza en estas cosas terrenales fugaces en lugar de encontrar nuestra satisfacción suprema en Dios.
Jesús utiliza imágenes similares al declarar que Él es el Pan de Vida y que ofrece agua viva para satisfacer el hambre y la sed espirituales de la humanidad (Jn 4:14; 6:48). Necesitamos aprender a alimentarnos de la abundancia espiritual que Dios ofrece si queremos ser verdaderamente felices: «Prueben y vean que el Señor es bueno» (Sal 34:8).
Las pruebas financieras y la santificación
Afortunadamente, Dios se preocupa lo suficiente por nosotros como para tomar medidas para enseñarnos a encontrar nuestro mayor placer y satisfacción en Él. Y normalmente, lo hace a través de las pruebas.
Santiago nos anima: «Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte» (Stg 1:2-4).
Aunque somos tentados a hacer de nuestra comodidad nuestra principal aspiración, la meta principal de Dios para nosotros es nuestra santidad (santificación). Santiago afirma que Dios diseña nuestras pruebas para hacernos «perfectos y completos», lo que significa que Dios utiliza nuestras pruebas particulares con el propósito de ayudarnos a crecer en aquellas áreas en las que tenemos carencias.
Hebreos 12:5-11 también nos recuerda que Dios, nuestro Padre, puede traer problemas a nuestras vidas con el propósito de disciplinarnos, es decir, para corregir nuestros patrones pecaminosos de pensamiento y acción. Cuando llegan las pruebas financieras, como la pérdida de un empleo, los gastos inesperados o los grandes reveses económicos, en lugar de enojarnos o angustiarnos, debemos preguntarnos qué es lo que Dios quiere enseñarnos a través de estos problemas.
Además de orar por el alivio de nuestras pruebas, debemos orar por el crecimiento espiritual a través de nuestras pruebas.
Las pruebas son una oportunidad para aprender a confiar en Dios
Jesús nos enseñó a orar «Danos hoy el pan nuestro de cada día» (Mt 6:11) como expresión de nuestra continua dependencia de Dios para satisfacer nuestras necesidades materiales.
Para las personas ricas, esta oración puede parecer un poco superflua porque tienen pan almacenado para muchos años, pero el Señor podría considerar oportuno quitarnos parte de nuestra seguridad terrenal con el fin de enseñarnos nuestra necesidad de Él. Muchos de nosotros hemos experimentado momentos en los que no sabíamos cómo íbamos a pagar el alquiler o cómo íbamos a poner gasolina en nuestro automóvil o dónde íbamos a conseguir nuestro próximo trabajo. Los problemas nos llevan al final de nuestras capacidades y nos hacen arrodillarnos en oración. Somos bendecidos y nuestra fe se fortalece cuando Dios responde nuestras oraciones.
A medida que avanzamos en la vida, podemos recordar muchas ocasiones en las que el Señor nos libró de problemas financieros y estos recuerdos también fortalecen nuestra fe cuando afrontamos futuras pruebas y procuramos animar a otros creyentes. Como declara el salmista: «Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan» (Sal 37:25).
Dios nos enseña el secreto del contentamiento
Un aspecto de nuestra cultura consumista es que todo lo que tenemos nunca parece ser suficiente. La gente busca constantemente el automóvil más elegante, el teléfono más nuevo y la casa más grande. En cambio, Pablo declara:
He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil 4:11-13).
Es importante entender el significado de la expresión de Pablo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Esto no se refiere a alguna búsqueda de logros humanos (p. ej., los deportes), sino que está en el contexto de estar contento mientras se vive la vida frugal limitada de un prisionero. ¿Cómo pudo Pablo encontrar satisfacción e incluso gozo en tales circunstancias?
En su carta a los Filipenses, Pablo habla de gozo o regocijo más de una docena de veces. ¿Cómo pudo alegrarse en la cárcel? Porque su alegría estaba en el Señor (Fil 2:17-18; 3:1; 4:4) y en la obra que Dios estaba realizando entre Su pueblo a través del evangelio de Jesucristo (Fil 1:4, 18, 25; 4:1). El gozo de Pablo no se basaba en las circunstancias terrenales ni en la riqueza. Él estaba agradecido por lo que Dios le había dado (Fil 4:15-18). Pablo también comprendía que Dios tenía el control de sus circunstancias, incluso de las pruebas y la persecución, y que las utilizaba para bien (Fil 1:29).
El apóstol confiaba en que Dios supliría sus necesidades y las de los santos en Filipos: «Y mi Dios proveerá a todas sus necesidades, conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Fil 4:19). Pablo también tenía una confiada expectativa de un futuro glorioso con Cristo: «Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de Su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Él mismo» (Fil 3:20-21).
Esto le permitió soportar las dificultades y privaciones, que un día le parecerían ligeras y momentáneas en comparación con la dicha eterna ofrecida en Cristo (Ro 8:18). Esta misma perspectiva eterna, centrada en Dios y gozosa, permitió a los filipenses ser generosos con su limitada riqueza terrenal (Fil 4:10, 14-17; cp. 2 Co 8:1-5).
En tiempos de sequía económica, podemos aprender a contentarnos siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo. Al tener un enfoque gozoso y eterno centrado en Dios, nosotros también podemos aprender a contentarnos con cualquier nivel de prosperidad material que Dios decida darnos. «Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos» (1 Ti 6:6-8).
Jeremiah Burroughs en su libro The Rare Jewel of Christian Contentment [La rara joya del contentamiento cristiano] escribe que el contentamiento viene «no añadiendo más a tu condición; sino restando de tus deseos, para hacer que tus deseos y tus circunstancias sean equitativos e iguales». El obispo Ryle añade que «un gran secreto de la felicidad en esta vida es tener un espíritu paciente y contento», y sigue comentando de manera sabia: «El dinero, en verdad, es una de las posesiones más insatisfactorias. Quita algunas preocupaciones, sin duda; pero trae consigo tantas preocupaciones como las que quita». El contentamiento también aumenta cuando agradecemos deliberada y conscientemente las muchas bendiciones de Dios (1 Ts 5:18).
JIM NEWHEISER