Para sacarle el máximo provecho a este devocional, lea los pasajes a los que se hacen referencia.
Las relaciones profundas y sinceras requieren tiempo y esfuerzo. Pero como seres humanos, todos tenemos limitaciones físicas, mentales y emocionales que no podemos ignorar. Incluso Cristo, que era todopoderoso, se tomaba tiempo para alejarse de las multitudes y de sus discípulos para reponerse al conectarse con el Padre (Lc 5.16).
Cuando no podemos dar tanto a nuestras relaciones como esperábamos, podría ser nuestro turno de recibir. Moisés es un gran ejemplo de esto. Cuando levantaba la vara de Dios, Israel prevalecía sobre Amalec, pero cuando sus brazos se cansaban y los bajaba, Amalec ganaba terreno. Entonces “Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada” (Ex 17.12, 13).
La historia de Moisés nos recuerda que, a veces, lo mejor que podemos hacer es dejar que nuestros familiares y amigos nos ayuden. Después de todo, así Dios lo dispuso (1 Co 12.18-26).
PIENSE EN ESTO
¿Sabe usted cuándo invertir en sus relaciones y cuándo dar un paso atrás? Tómese un momento para pedirle al Señor sabiduría a la hora de dar y recibir.