Jesús enseñó claramente que tendríamos aflicciones en esta vida. Pero Dios nos ha dado a sus hijos recursos maravillosos para evitar que las pruebas nos destruyan. Por ejemplo, puso su Espíritu en los creyentes para guiarles y capacitarles. Además, nos dio la oración para que podamos comunicarnos con nuestro Padre celestial, y así presentarle nuestras peticiones.
Hoy quiero enfocarme en otro de sus maravillosos regalos: la Biblia. Las Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios. Ella es la verdad. Nunca cambia. Nos capacita en todas las circunstancias, y por eso tenemos un fundamento seguro sobre el cual basar nuestra vida y decisiones. Hay miles de promesas en la Biblia de las que podemos estar plenamente seguros, y Dios quiere que las conozcamos, para que no desaprovechemos las bendiciones que Él desea darnos. Y los creyentes sabios convertirán esas promesas en oraciones y en el clamor de sus corazones.
Déjeme darle un ejemplo que tiene que ver con decisiones difíciles. El Salmo 32.8 dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. Podemos orar utilizando estas palabras de Dios, diciéndole que creemos que Él nos enseñará e indicará su camino, al mismo tiempo que se mantiene a nuestro lado cuidándonos durante cada situación.
Cuando surgen las dificultades, necesitamos un fundamento sólido sobre el cual mantenernos firmes. De lo contrario, nuestras emociones pueden fácilmente descarriarnos al hacernos pensar equivocadamente. Dios es fiel y no cambia, así que podemos confiar en sus promesas.