Es posible que no hayas escuchado sobre la doctrina de la simplicidad divina, incluso si has estudiado en un seminario. De alguna manera, ¡yo pude obtener dos títulos teológicos sin siquiera estudiar esta doctrina en profundidad!
La simplicidad divina significa que Dios es unidad perfecta, sin composición ni división. Por ejemplo, cuando leemos en la primera carta de Juan que «Dios es luz» (1 Jn 1:5) y luego, que «Dios es amor» (4:8), no estamos diciendo que Dios es una parte luz y otra parte amor.
Lamentablemente, así es como muchos cristianos hablan de Dios. Un creyente bien intencionado podría decir: «Me gusta pensar en el amor de Dios más que en Su justicia». También decir algo como esto: «Sé que Dios es justo, pero creo que el hecho de que Dios es amor es más importante». En otras palabras, es común escuchar hablar de Dios como si Él estuviera compuesto de partes, e incluso como si una parte fuera más importante que la otra. «Tal vez sea un 10% justo, pero es un 50% de amor».
La doctrina de la simplicidad divina nos ayuda a corregir este error y sus peligros.
Dios no está hecho de partes
La iglesia ha entendido a la luz de la Biblia que Dios es la unidad perfecta. Es decir, Él no está hecho de componentes que podrías sumar y obtener como resultado a Dios. Él no es una ecuación matemática. «Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es» (Dt 6:4).
Agustín de Hipona dijo que Dios no puede perder ningún atributo que posee y no hay diferencia entre quién es Él y lo que tiene en sí mismo.[1] Para explicarlo, usa una ilustración sencilla. Si tenemos un vaso con agua, no diríamos que el vaso es lo que dicho vaso contiene. Las dos cosas están divididas. Pero Dios no es así. Él no contiene Sus atributos, porque eso significaría división dentro de Él. Más bien, Dios es Sus atributos. Los atributos de Dios «no se diferencian de Su esencia, ni se diferencian materialmente entre sí».[2]
Ireneo, un padre de la iglesia, también habló de la simplicidad divina así:
[Dios] es un Ser simple, no compuesto, sin miembros diversos, y totalmente semejante e igual a Él mismo, puesto que es totalmente comprensivo, totalmente espíritu, totalmente pensado, totalmente inteligente, totalmente racional, totalmente auditivo y totalmente visual y toda luz, y toda la fuente de todo lo bueno.[3]
Quizás estés de acuerdo con esto pero no consideres que sea central para tu fe. ¿Cuál es el problema si pensamos que Dios tiene partes o hablamos como si las tuviese?
Los peligros de rechazar esta doctrina
Por un lado, rechazar la simplicidad divina es rechazar la aseidad de Dios, una negación de que Él «es independiente de todas las demás cosas, existe por sí mismo».[4] Vemos la aseidad de Dios enseñada en pasajes como Hechos 17:24-25:
El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres, ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas.
Si Dios tuviera partes, eso significaría que está compuesto y, por tanto, que tiene un compositor. También significaría que depende de algo fuera de sí mismo, lo que es una negación de Su aseidad y una negación de que Él es Dios. En otras palabras, ¿cuál es el peligro de rechazar la simplicidad divina? Es un rechazo de que Dios es Dios.
Por otro lado, si Dios está hecho de partes, Él es divisible. Si es divisible, entonces es destructible. Si piensas en Dios como un rompecabezas, formado por muchas partes y piezas diferentes, ¿qué pasaría si pierdes una o más de esas piezas? La imagen queda distorsionada y corrompida. Entonces, si Dios está hecho de partes, es capaz de ser desmantelado o descompuesto. Como señala Matthew Barrett: «Al final, la simplicidad es esencial para un Dios inmune a la división y la corrupción».
Finalmente, la simplicidad divina tiene que ver con el evangelio. En la universidad tenía un amigo arminiano que me dijo una vez: «La diferencia entre nosotros y ustedes, los calvinistas, es que ustedes enfatizan la justicia de Dios, mientras nosotros enfatizamos Su amor». Esto es como si, cuando pensamos en la naturaleza de Dios, nuestros cálculos pudieran revelar que tiene un porcentaje de justicia más alto que de amor, o al revés. Pero esta es la gran pregunta: ¿La cruz de Cristo revela el amor de Dios o la justicia de Dios?
La doctrina de la simplicidad divina nos ayuda a ver que la cruz de Cristo revela el carácter de Dios. No es que sea más amor que justicia o más justicia que amor, sino que Él es amor y justicia (ver Ro 3:24-26). Todo lo que Él hace revela quién es como perfecta unidad, sin composición ni división.
El evangelio es seguro
Si señalamos el evangelio y decimos: «Esto nos muestra el amor de Dios sobre la justicia de Dios» o al revés, estamos enfrentando los atributos de Dios entre sí y rechazando la simplicidad divina.
De esa forma, estamos poniendo en el limbo al evangelio mismo. Si la salvación en Cristo fue el resultado de que Dios tuvo un día más «amoroso», ¿qué le impedirá tener un día más «justo»? Hermano o hermana que lees esto, el evangelio es seguro y nuestra salvación es segura, porque fue la obra de un Dios simple que es totalmente amor y totalmente justo.