“Puesto que Cristo sufrió en su cuerpo, ustedes también deben estar dispuestos a sufrir, porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado”. 1 Pedro 4:1 (NBV)
Cuando tienes dolor, ¿en quién es la persona en la que más estás pensando? ¡Tú!
Es tu naturaleza ser egocéntrico, porque eres humano. Cuando estás sufriendo, quieres que te consuelen. Cuando estás enfermo, quieres que te cuiden. Cuando estás triste, quieres que te abracen. El dolor te vuelve egocéntrico.
Pero Dios dice que si vas a aprender a amar como Él lo hace, debes tratar de ver el dolor de otras personas, incluso cuando estás sufriendo.
Jesús es nuestro mayor ejemplo de esto. Cuando estaba colgado en la cruz, tenía un enorme dolor físico, emocional y espiritual. ¡Llevaba todo el pecado del mundo! Pero en sus últimos momentos, notó el dolor de otras personas. Él oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” Lucas 23:34 (NTV). Y le dijo al hombre que estaba a su lado: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23:43 (NVI). También se aseguró de que cuidaran a su madre. No estaba pensando en sí mismo, incluso cuando estaba en agonía.
La Palabra de Dios dice que hay que tener la misma actitud que Jesús (Filipenses 2:5). Eso significa que, cuando estés sufriendo, debes mirar a tu alrededor y ver quién más está sufriendo. Debes pensar en los demás, incluso mientras te cuidas a ti mismo.
Eso es difícil. ¿Cómo ves el dolor de los demás cuando estás sufriendo?
“Puesto que Cristo sufrió en su cuerpo, ustedes también deben estar dispuestos a sufrir, porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado” 1 Pedro 4:1 (NBV).
Con la gracia de Dios, puedes mirar más allá de tu propio dolor. Y cuando lo haces, el pecado pierde su poder y te vuelves más como Jesús.
No podría decirles a cuántas personas hemos podido ayudar mi esposa y yo desde que murió nuestro hijo Matthew hace varios años. Las personas que luchan con enfermedades mentales y el dolor de la pérdida de un hijo salieron a la luz, porque necesitaban ánimo y esperanza. Con la gracia de Dios, hemos sido capaces de ayudar a otros que sufren, incluso cuando llevamos nuestro propio y profundo dolor. Gracias a ello, Dios nos ha dado un propósito en medio de nuestro dolor y ha ayudado a muchas personas a avanzar en su recuperación.
Dios también puede usar tu dolor para ayudar a otros que luchan con el mismo dolor.