“La batalla no es de ustedes, sino de Dios”. 2 Crónicas 20:15b (NTV)
Imagina que estás sentado en un avión que está a punto de despegar. Mientras el avión baja por la pista, comienzas a agitar los brazos. A medida que la velocidad aumenta y se eleva en el aire, agitas los brazos cada vez más rápido. Una vez en el aire, la azafata se acerca a ti y te dice: “¿Qué estás haciendo?”.
Y tú respondes: “Oh, estoy ayudando a despegar”.
Eso es ridículo, ¿verdad? Pero eso es básicamente lo que haces cuando tratas de hacer cosas que sólo Dios está equipado para hacer. Así como no necesitas sostener un avión, no necesitas sostener a Dios.
¿Quieres saber por qué estás cansado todo el tiempo? ¿Por qué estás frustrado? ¿Por qué estás agotado en la vida? La razón por la que estás tan cansado es que estás tratando de pelear batallas que le pertenecen a Dios, y tú no eres Dios.
“La batalla no es de ustedes, sino de Dios” 2 Crónicas 20:15b (NTV).
Las personas tienden a la independencia, y por eso, cuando ves un problema, piensas: “Tengo que resolver esto. Depende de mí”. Asumes el papel de Dios, y eso te desgasta, porque en primer lugar nunca fuiste destinado para asumirlo.
Has estado corriendo en círculos tratando de resolver los problemas de tu matrimonio, tu cuerpo, la economía, tu escuela, el mundo. Estás tratando de resolverlos con tu propio poder. Estás tratando de librar la batalla por tu cuenta, y te estás cansando.
Cuando finalmente te rindes y vuelves a Dios y le dices que te has hecho un lío, puedes pensar que le has defraudado.
Pero no has defraudado a Dios, porque nunca lo estuviste sosteniendo. No tienes a Dios en tus manos; Él te tiene a ti en Sus manos. Si tienes a Dios en tus manos, no es Dios. Es un ídolo. Si estás confiando en algo que crees que puedes controlar, entonces ese algo no es Dios.
Dios no está decepcionado de ti, porque Él no espera que hagas lo que solo Él puede hacer. Tú no sostienes a Dios. Él te sostiene a ti.
Rinde todo a Dios. Porque entonces Él dirá: “¡Genial! Ahora podemos hacer algo”.