“Que [este niño] restaure tu juventud y te cuide en tu vejez. ¡Pues es el hijo de tu nuera que te ama y que te ha tratado mejor que siete hijos!”
RUT 4:15
Se dice que uno no elige a sus parientes y es verdad, ¡pero con la ayuda de Dios, puedes decidir amar a aquellos que no elegiste! Rut sabía lo que era sufrir por la muerte de su esposo y de su cuñado (Rut 1:4-5). Ella eligió dejar a su familia en Moab para ir a una tierra desconocida (Rut 1:14-17). Una vez que llegó a Belén, comenzó a trabajar diligentemente en tareas de baja categoría, estuvo dispuesta a recibir ayuda de otras personas . . . y todo lo hizo por amor. Todo lo hizo no porque amara a un hombre, sino porque ¡amaba a su suegra!
Un amor tan grande atrae, es encantador y se ve, y lo ven especialmente hombres del carácter de Booz (Rut 2:11-12). Ese amor fue “tan fuerte como la muerte” (Cantares 8:6) y leal. Pablo lo dice así: “El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia” (1 Corintios 13:7).
Al igual que Rut, nosotras también podemos descubrir el origen de tal amor: es Dios. La fuerza de tal amor es el Espíritu Santo, quien lo derrama en nuestro corazón (Romanos 5:5). Cuando de nuestra vida emana tal torrente, bendecirá a las personas que están alrededor de nosotras y las deleitará. Por nuestros propios medios no podemos amar a ninguna persona que encontremos diferente o difícil, pero Dios nos dará el amor para amar a esa persona. Dios entiende nuestras diferencias y ama a los que no son fáciles de amar. Recuerda: ¡Dios nos ama a nosotras! Solo tenemos que pedirlo, recibirlo y amar a otros.