Una vez mi esposo leyó un libro titulado: “Diario de un viajero desesperado”. Y así podemos titular al libro de Eclesiastés; dónde el rey Salomón nos deja valiosas enseñanzas para nuestra vida. Ya hemos leído el comienzo, donde el predicador hace su presentación: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Vanidad es vaciedad, refiriéndose a algo que está vacío, sin significado, sin propósito.
Salomón no se privó de nada en absoluto, todo lo que su corazón deseó, lo hizo. Fue un hombre extremadamente rico, sabio como ninguno. Que cuando Dios fue su guía, todo marchó sobre rieles; más cuando su mirada se desvió del Creador, experimentó todo el hastío en su vida.
"Asimismo aborrecí todo el trabajo que había hecho debajo del sol, y que habré de dejar a otro que vendrá después de mí."
Nuestra vida en esta tierra es pasajera, tiene un límite de tiempo. Cuando esa fecha llega a su fin, nada de lo que hayamos acumulado se va con nosotras. El fruto de tanto trabajo queda para otro. Salomón había llegado a la conclusión que todo esfuerzo y sacrificio que realizó en su labor, quedaría para otro, luego de su muerte.
Quiero compartirte un ejemplo de un hombre que era un fiel cristiano, el Señor Harvard, quién fundó la universidad que lleva su nombre en los Estados Unidos. El creía en la integridad e inspiración de la Palabra de Dios. Al morir, dejó su dinero para propagar la fe cristiana. Hoy en día ese legado no existe en Harvard. Esa fe no se encuentra reflejada en sus programas de estudios, porque sus directores y profesores se apartaron de la fe. Así que el dinero que el señor Harvard dejó de ser usado para lo que él había destinado y creía.
Salomón no sabía qué clase de hombre se iba a hacer cargo del fruto de todo el trabajo que él había realizado. Consideró una pérdida de tiempo trabajar por algo y luego dejárselo a una persona insensata. Amada, el Señor Jesucristo dijo en Mateo 6: 19-21: “No hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones no mina ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.” Llegue Tu Palabra a cada necesidad. Amén.