Meditar implica que nuestros pensamientos sean consumidos por algo. Un esperado deleite, un problema, un deseo, un sueño o inclusive una persona; todo esto, entre otros aspectos, puede ser el centro de nuestra meditación. La pregunta que los creyentes debemos hacernos es: ¿Estamos absortos por nuestros pensamientos acerca del Señor, o hemos permitido que otros asuntos llenen nuestra mente y nos distraigan de lo que debería ser nuestra máxima prioridad: conocer y amar a Dios?
La meditación en la Palabra de Dios nos permite enfocar nuestra mente en el Señor, nos fortalece en el Espíritu y nos acerca más a Él. Es un tiempo personal en el cual recibimos su dirección buena, justa y sabia para nuestra vida, para que seamos quiénes Dios planeó que fuéramos. También habrá ocasiones en las que sentiremos cuando Dios nos convence del pecado que debemos confesar y dejar a un lado.
La meditación equivocada de Israel
Después de pasar 400 años en Egipto como esclavos, los israelitas fueron liberados por Dios, cuando envió la plaga en la que murieron todos los primogénitos de los egipcios. Entonces Moisés guió al pueblo por el desierto, hasta llegar al mar Rojo. Aunque Faraón los persiguió y hasta llegó a pensar que los tenía atrapados, Dios abrió el mar para que pudieran cruzarlo en seco. Luego hizo que las aguas regresaran y ahogaran al ejército egipcio. Cuando por fin los israelitas llegaron la frontera de la tierra que el Señor les había prometido, Moisés envió a doce espías para que observaran ese territorio. Josué y Caleb reportaron que la tierra era buena y que Dios los ayudaría a conquistarla. Pero el pueblo optó por escuchar el reporte negativo de los otros diez espías, quienes resaltaron que los habitantes de esa región eran muy poderosos para ser destruidos.
En vez de meditar en las promesas y el poder de Dios, los pensamientos del pueblo de Israel fueron consumidos por el miedo. En lugar de confiar y obedecer al Señor, querían escoger a un líder que los guiara de vuelta a la esclavitud de Egipto.
Este es un ejemplo de una meditación equivocada. Evaluaron su situación basados en sus propias facultades y dejaron a Dios fuera de la ecuación. Aunque Josué y Caleb pusieron su enfoque en el Señor, el pueblo solo pensó en sí mismo y en la posibilidad de ser derrotados y morir. Optaron por depender de ellos mismos y no de Dios.
Todos tenemos la misma opción. ¿Acaso confiaremos en el Señor para cada aspecto de nuestra vida o dependeremos de nosotros mismos? ¿Pondremos nuestra mirada en el mundo, en sus placeres, sus asuntos y temores o en la suficiencia de Dios para controlar todo lo que enfrentemos?
Beneficios de la meditación bíblica:
•Calma nuestro espíritu y tranquiliza nuestros pensamientos.
•Ilumina nuestra mente para que pensemos como Dios y cumplamos su voluntad.
•Aumenta nuestra energía con su poder y nos capacita para obedecerlo en cualquier circunstancia.
•Purifica nuestro corazón al mostrarnos nuestro pecado para que así podamos confesarlo.
•Amplía nuestra percepción de Dios. De que es el Señor Todopoderoso y de que todo está bajo su control.
•Aumenta nuestro amor por Dios. Al dedicar tiempo para conocerlo más, nuestro amor hacia Él aumenta.
•Fortalece nuestra fe. Podemos confiar en Dios en medio de las pruebas de esta vida porque evidenciamos que siempre está con nosotros.
•Nos hace más conscientes de la presencia de Dios.
•Nos infunde gozo. Conocerlo más por medio de su Palabra produce gozo, paz y seguridad indescriptibles.
La meditación bíblica consiste en conversar con Dios. Mientras leemos y reflexionamos en su Palabra e intentamos comprender lo que ha dicho y cómo se aplica a nuestra vida, el Espíritu Santo dirige nuestras preguntas y pensamientos. Sin la presencia del Señor en nosotros, sin la dirección de su Palabra y sin la guía de su Espíritu, no podríamos vivir en rectitud.
Si no escuchamos a Dios al leer y meditar en la Biblia, perderemos lo mejor que desea darnos, tal y como los israelitas hicieron al negarse a creer y obedecerlo. Perdieron la tierra prometida y sufrieron 40 largos años errando en el desierto. La Palabra del Señor es su regalo santo y eterno para cada uno de sus hijos. Dios no desea que pensemos y actuemos como el mundo que nos rodea. Sus planes para nosotros son más maravillosos, justos y gratificantes que los que el mundo ofrece. Por eso debemos escuchar a Dios, atesorar las Sagradas Escrituras en nuestro corazón y dejar a un lado todo lo que nos distraiga o impida meditar en Él.
Actitudes que interfieren en la meditación bíblica
•Amargura. Roba nuestro enfoque en el Señor y oscurece nuestra necesidad de amar y perdonar a otros.
•Ira. Se fortalece cuando consume nuestros pensamientos.
•Odio hacia otras personas imposibilita nuestra comunión con Dios.
•Falta de perdón. Es una barrera entre Dios y nosotros, pues nuestros pensamientos están enfocados en el mal que nos han hecho, y no en nuestro propio pecado que llevó a Cristo a la cruz.
•Hostilidad. Es el deseo de herir a otros o estar a mano, y es incompatible con la meditación bíblica.
•Resentimiento. Es una autodestructiva repulsión del otro, basada en quien es o en lo que posee.
•Falta de fe. Se manifiesta al dudar que Dios se interesa en nuestras vidas y que satisfará nuestras necesidades. Sin embargo, leer y meditar en su Palabra puede aumentar nuestra confianza en Dios, mientras aprendemos a conocerlo mejor.
•Rencor. Guardar rencor hacia otros está vinculado con otros pecados como el enojo, el resentimiento y la hostilidad, los cuales destruyen el espíritu y nos hacen sentir miserables.
•Temor. Este fue el enfoque del pueblo de Israel al enfrentar lo que parecía una situación imposible y olvidaron el poder de Dios. En nuestros días el temor todavía sujeta a muchos cuando reaccionan ante la incertidumbre y los peligros que los rodean, olvidándose de Dios.
Todos meditamos en algo. Lo importante es si escogemos entre permanecer en la Palabra de Dios, la cual es saludable y nos anima, o enfocarnos en nosotros mismos, en nuestros temores o en deseos mundanos. Si le damos la prioridad al Señor, nos aguardan sus bendiciones, pero si lo dejamos por fuera, sufriremos graves consecuencias. Ante nosotros tenemos la tierra prometida o el desierto. Lo que escojamos determinará el camino que seguiremos.
REFLEXIÓN
¿Dónde enfoca sus pensamientos? ¿Tiende a prestarle más atención a los problemas, planes o placeres que al Señor y su Palabra?
¿De qué manera son afectadas sus emociones y actitudes por el enfoque de sus pensamientos? ¿Qué efecto tiene en su fe?
¿Cuánto tiempo dedica a diario a estar a solas con Dios y a poder escucharlo por medio de su Palabra?