¿Cómo conseguir que se nos aumente la fe? Esta es una pregunta seria para muchos.
Si el Espíritu Santo te ha hecho dócil y sincero, creerás tan pronto como la verdad se te presente. Y la creerás, porque es la verdad. El mandamiento evangélico dice: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo» (Hech. 16:31) Es inútil evadirse de esto preguntando y reflexionando. El mandato es claro, y debes obedecerlo. Pero si en realidad te molesta alguna duda, llévala en oración a Dios. Di al gran Padre Dios precisamente lo que te perturba y pídele que por el Espíritu Santo se te resuelva el problema.
Por otra parte, si la fe parece difícil, es fácil que Dios el Espíritu Santo te haga capaz de creer, si oyes con mucha frecuencia lo que se te manda creer. Si con sinceridad y atentamente continuo oyendo el evangelio, uno de estos días me encontraré creyendo el evangelio, uno de estos días me hallaré creyendo lo que oigo, mediante la bendita operación del Espíritu de Dios en mi mente.
Pero si esto te parece un consejo pobre, añadirá a continuación; toma en cuenta el testimonio de otros. Los samaritanos creyeron a causa del testimonio de lo que la mujer les había dicho acerca de Jesús. Si te hallas en condición desesperada y te mueves un poco en el círculo del pueblo de Dios, pronto descubrirás que algunos de los santos, se han visto tan desesperados como tú, y hallaron verdadero placer en contarte como el Señor les libró. Conforme vas escuchando uno tras otro de los que han puesto a prueba la Palabra de Dios, hallándola verdadera, el Espíritu Divino te conducirá a la fe.
Pero un plan mejor es este: Fíjate en la autoridad sobre la cual se te manda creer, y esto te ayudará grandemente. Es sobre la autoridad de Dios mismo que te manda creer. El mismo te manda creer en Jesucristo, y no debes ser desobediente a tu Creador.
Si ninguna de estas cosas te sirven, hay algo en ti fundamentalmente malo, y mi última palabra será Sométete a Dios. La causa de tu incredulidad es que estas en pleito con Dios, resuelto a seguir tu propia voluntad y tu propio camino. El yo orgulloso es el padre de la incredulidad. Sométete, entrégate a Dios, y así te será fácil creer en el Salvador. Que el Espíritu Santo intervenga secreta pero eficazmente en tu corazón, llevándote a la fe en el Señor Jesús en este mismo momento.