Proverbios 10:19 “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente.”
Hoy es mi turno para compartir mi devocional acerca de este pasaje, el Señor sabe por qué. Y leyéndolo no puedo sino reconocer una de mis debilidades... las muchas palabras. Ese gran deseo que arde en mi interior cuando en una conversación todos dan sus opiniones acaloradamente y yo ahí, en medio de ellos; ansiosa, queriendo que sepan cuál es mi punto de vista al respecto. Creyendo que deben saberlos, y con una necesidad dentro de mí, de que puedan ver las cosas como yo las veo. Es un momento, lo confieso, en el que cavilo levemente sobre si es mejor callar o hablar.
Irremediablemente debo decir, con mucha frecuencia, sucede lo segundo. Medito pues sobre la Escritura de hoy, y digo sí, es verdad.
Esa palabrería que brota de conversaciones animosas, bulliciosas, donde le das vueltas y vueltas a un mismo asunto, terminará casi con seguridad en palabras que no se debieron decir, en juicios presurosos, en palabras que sin saber hirieron corazones. Y es ahí donde me detengo y entiendo que mi hablar imprudente lastima a mi prójimo.
Proverbios 11:12 lo declara: "El que carece de entendimiento, menosprecia a su prójimo; pero el prudente calla."¿Qué sencillo verdad? Entonces, para vivir conforme al pasaje de hoy, ¿qué me hará detener de un hablar presuroso, egoísta, hiriente? Mi respuesta: EL AMOR. Sí, es el amor a mi Señor, quien me manda morir a mí misma, negándome a ese deseo, a esa necesidad de que sepan mis opiniones, cediendo esos "derechos" que todos dicen que tengo de expresar lo que siento, con tal de ganar a mi hermana o hermano.
Es también el amor a mi prójimo lo que debe ayudarme a considerar lo que diré, es misericordia hacia otros, a su debilidad que es también la mía. Es además, renovar mi entendimiento, permitiendo que la palabra de Dios me corrija en mi andar diario, y saque a la luz esas sutilezas tan escondidas y disimuladas dentro de mí.
Gracias Padre amado, que no cesas de hablar a mi corazón. Necesito oír Tu voz, hazme entender. Cedo toda resistencia en mi vida, todo lo que calladamente ha mostrado oposición a la verdad de Tu palabra. En Jesús oro, amén.
Sirviendo al Rey con gozo.
Silvia Sánchez de Salazar