El canto de alabanza de este capítulo es adecuado para el regreso de su largo cautiverio de los desterrados de Israel, pero es especialmente adecuado para el caso del pecador, cuando primero halla paz y gozo en creer; para el caso de un creyente, cuando su paz es renovada luego de correctivos por descarriarse; y al de todo el conjunto de los redimidos cuando se reúnen ante el trono de Dios en el cielo. La promesa es segura y las bendiciones contenidas en ella son muy ricas; y los beneficios disfrutados a través de Jesucristo demandan las más grandes acciones de gracias. Por Jesucristo, la Raíz de Isaí, fue alejada la ira divina contra la humanidad, porque Él es nuestra Paz. Él consuela a los que están reconciliados con Dios. Se les enseña a triunfar en Dios, y a interesarse en Él. Confiaré en que me prepare para su salvación y me preserve en ella. Yo le confiaré todas mis preocupaciones, sin dudar, porque hará que todo ayude a bien.
La fe en Dios es el remedio soberano contra los temores atormentadores. Muchos cristianos tienen a Dios como su fortaleza, pero sin tenerlo como su canción; andan en tinieblas; pero los que tienen a Dios como su fuerza deben hacer que sea Él su canción; esto es, darle la gloria y tomar para sí su consuelo. Esta salvación es del amor de Dios Padre, nos viene por medio de Dios Hijo, es aplicada por el poder de Dios Espíritu, que crea de nuevo.
Cuando esto es visto por fe, el pecador vacilante aprende a tener esperanza en Dios y es librado del temor. —Las influencias purificadoras y santificadoras del Espíritu Santo suelen ser denotadas bajo el símbolo del agua que brota. Esta obra fluye a través de la mediación de Cristo y se transmite a nuestra alma por medio de las ordenanzas de Dios. Bendito sea Dios, tenemos pozos de salvación abiertos a cada lado y podemos sacar de ellos el agua de vida y de consuelo. —En la segunda parte de este canto evangelizador, versículos 4—6, los creyentes se exhortan unos a otros para alabar a Dios y para tratar de llevar a otros a unírseles en eso. Ninguna diferencia de opinión sobre los tiempos y sazones, u otros asuntos semejantes, debieran dividir el corazón de los cristianos. Que nuestra preocupación sea ser contados entre aquellos a quienes dirá: Venid, bendito de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.