Aquí se dicen cosas gloriosas de Cristo. Sería superior no sólo a todos los reyes de la tierra, sino que existía en gloria como el eterno Hijo de Dios. —Estar sentado es una posición de reposo; después de los servicios y sufrimientos, Cristo entró a reposar de todos sus trabajos. Es una posición de mando. Está sentado para legislar, para juzgar. Es una posición permanente: Se sienta como rey para siempre. Todos sus enemigos están encadenados, pero aún no se han convertido en estrado de sus pies. Su reino, una vez establecido, será mantenido en el mundo a pesar de todas las potestades de las tinieblas. —El pueblo de Cristo es pueblo voluntario.
El poder del Espíritu que va con el poder de la palabra, para el pueblo de Cristo es eficaz para hacerlos voluntarios. Le servirán con los hermosos atavíos de la santidad, lo que conviene para siempre a su casa. Y muchos se dedicarán a Él. El rocío de la juventud, ya en la mañana de nuestra vida debe ser consagrado a nuestro Señor Jesús.
Cristo no sólo será Rey sino Sacerdote. Él es el Ministro de Dios para nosotros, y nuestro Abogado para con el Padre, y así, es el Mediador entre Dios y el hombre. Es sacerdote del orden de Melquisedec, que fue antes que el de Aarón, y en muchos aspectos, superior a aquel, y una representación más vivida del sacerdocio de Cristo. —Que Cristo esté sentado a la diestra de Dios comunica mucho terror a sus enemigos, y felicidad a su pueblo.
El efecto de esta victoria será la ruina total de sus enemigos. —Aquí tenemos al Redentor que salva a sus amigos y los consuela. Él será humillado; del arroyo beberá en el camino. La ira de Dios, vigente por la maldición de la ley, puede ser considerada como el arroyo de su camino hacia el trono de gloria, pero Él será exaltado. —Entonces, ¿qué somos nosotros? ¿El evangelio de Cristo ha sido para nosotros el poder de Dios para salvación? ¿Ha sido establecido su reino en nuestros corazones? ¿Somos sus súbditos voluntarios? Antes no conocíamos nuestra necesidad de su salvación y no estábamos dispuestos a que Él reinara sobre nosotros. ¿Estamos dispuestos a rendir cada pecado, a apartarnos de un mundo malo que pone lazos, y sólo confía en sus méritos y misericordia, para recibirlo a Él como nuestro Profeta, Sacerdote y Rey? Y, ¿deseamos ser santos? El sacrificio, la intercesión y la bendición del Salvador pertenecen a los que así son cambiados.