Versículos 1—6. Amenazas contra los enemigos del reino de Cristo. 7—9. Promesas a Cristo como Cabeza del reino. 10—12. Consejo a todos, para que abracen sus intereses.
Vv. 1—6. Aquí se nos dice quiénes aparecerán como adversarios de Cristo. Como este mundo es el reino de Satanás, los inconversos de todo rango, partido y carácter, son incitados por él a oponerse a la causa de Dios, aunque los príncipes de la tierra han sido generalmente los más activos. Las verdades y los preceptos del cristianismo están en contra de los proyectos mundanos ambiciosos y contra las lujurias. Se nos dice a qué apuntan ellos en esta oposición. Ellos romperán las ligaduras de la conciencia y echarán las cuerdas de los mandamientos de Dios; no los recibirán sino que los arrojarán tan lejos como puedan. Esos enemigos no pueden mostrar una buena causa para oponerse a un gobierno justo y santo que, si fuera recibido por todos, traería el cielo a la tierra. No pueden esperar el éxito al oponerse a un reino tan poderoso. El Señor Jesús tiene toda potestad en cielo y tierra y es la Cabeza de la iglesia por sobre todas las cosas, a pesar de los incansables esfuerzos de sus enemigos. El trono de Cristo está establecido en su iglesia, esto es, en el corazón de los creyentes.
Vv. 7—9. El reino del Mesías se fundamenta en un decreto eterno de Dios Padre. A este se refiere a menudo nuestro Señor Jesús, por cuanto se gobernaba por él. Dios le había dicho, Tú eres mi Hijo, y conviene a cada uno de nosotros decirle: Tú eres mi Señor, mi Soberano. Al pedir a los paganos como herencia, el Hijo desea la felicidad de ellos en Él; así que ruega por ellos, vive siempre para hacerlo, y es poderoso para salvar hasta lo sumo, y tendrá multitudes de súbditos leales, voluntarios, entre ellos. Los cristianos son la heredad del Señor Jesús; son para Él un nombre y una alabanza. Dios Padre se los da a Cristo cuando, por Su Espíritu y gracia, obra en ellos para llevarlos al Señor Jesús.
Vv. 10—12. En cualquier cosa en que nos regocijemos en este mundo, debe ser siempre con temblor, debido a la incertidumbre de todas las cosas. Acoger bien a Jesucristo y someterse a Él, es nuestra sabiduría e interés. Que Él os sea muy querido y precioso; amadle por sobre todas las cosas, amadle con sinceridad, amadle mucho, como lo amaba la mujer, a la cual mucho se le perdonó, y como señal de esto, besó sus pies, Lucas vii, 38. Y con un beso de lealtad uníos a este yugo y someteos para ser gobernados por sus leyes, dispuestos por su providencia y enteramente consagrados a su causa. —La incredulidad es un pecado contra el único remedio. Para vosotros será completa la destrucción; no sea que perezcáis en el camino de vuestros pecados y desde el camino de vuestras vanas esperanzas; para que vuestro camino no perezca, no sea que perdáis el camino a la felicidad. Cristo es el camino; obedeced, no sea que seáis cortados de Él como vuestro camino a Dios. Pensaban que estaban en el camino, pero rechazando a Cristo, perecieron. Bienaventurados en el día de ira los que confiando en Cristo, le han hecho su Refugio.