Vv. 1—5. Todos los arroyos del consuelo terrenal son fangosos, pero estos son claros y refrescantes.
Dan vida, y preservan la vida, para los que beben de ellos, y así, fluirán para siempre. Indican las
influencias vivificantes y santificadoras del Espíritu Santo, según se dan a los pecadores por medio
de Cristo. El Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo, aplica esta salvación a nuestras almas
por su amor y poder que crean de nuevo. Los árboles de vida son alimentados por las aguas puras del
río que sale del trono de Dios. La presencia de Dios en el cielo es la salud y la dicha de los santos.
Este árbol era un símbolo de Cristo y de todas las bendiciones de su salvación; y las hojas para sanar
las naciones significan que su favor y presencia suplen todo el bien a los habitantes de ese mundo
bendito. —El diablo no tiene poder allí; no puede desviar a los santos de servir a Dios, ni puede
perturbarlos en el servicio de Dios. Aquí se habla como de Uno de Dios y del Cordero. El servicio
será ahí no sólo libertad, sino honor y dominio. No habrá noche; ni aflicción ni congoja, nada de
pausas en el servicio o el placer: nada de diversiones o placeres de invención humana serán deseados
allí. ¡Qué diferente todo esto de los puntos de vista puramente humanos y groseros de la dicha
celestial, de los que se refieren a los placeres de la mente!