Vv. 12—16. Probablemente esto señale la destrucción de la potencia turca y de la idolatría, y que
se hará un camino para el retorno de los judíos. O, tómese como Roma, la Babilonia mística, el
nombre de Babilonia escrito por Roma, que así se pensaba, pero en ese entonces no se nombraba
abiertamente. Cuando Roma es destruida, su río y sus mercaderías deben sufrir con ella. Quizá, se
abra un camino para que las naciones orientales entren a la iglesia de Cristo. El gran dragón reunirá
todas sus fuerzas para librar una batalla desesperada antes que todo esté perdido. Dios advierte de
esta gran prueba para hacer que su pueblo se prepare para ella. Estos serán tiempos de gran
tentación; por tanto, Cristo, por su apóstol llama a sus siervos creyentes a esperar su venida
repentina, y a velar para no ser avergonzados, como apóstatas o hipócritas. Por mucho que difieran
los cristianos en cuanto a sus criterios de los tiempos y las eras, en cuanto a los sucesos que aun
tienen que ocurrir, en este solo punto están todos de acuerdo: Jesucristo, el Señor de gloria, volverá
súbitamente a juzgar al mundo. A los que viven cerca de Cristo, esto es objeto de gozosa esperanza y
expectativa, y la demora es algo que ellos no desean.