Vv. 8—16. Los falsos maestros son soñadores; mancillan grandemente y hieren penosamente el
alma. Estos maestros son de mente perturbada y espíritu sedicioso; olvidan que las potestades que
hay han sido ordenadas por Dios, Romanos xiii, 1. —En cuanto a la disputa por el cuerpo de Moisés,
parece que Satanás deseaba dar a conocer el lugar de su sepulcro a los israelitas para tentarlos a
adorarle, pero se le impidió y descargó su furor con blasfemias desesperadas. Esto debe recordar a
todos los que discuten, que nunca se hagan acusaciones con lenguaje ofensivo. Además, de aquí
aprendan que debemos defender a los que Dios reconoce. Difícil, si no imposible, es hallar enemigos
de la religión cristiana que no vivan, ni hayan vivido, en abierta o secreta oposición a los principios
de la religión natural. Aquí son comparados con las bestias aunque a menudo se jactan de ser los más
sabios de la humanidad. Ellos se corrompen en las cosas más sencillas y abiertas. La falta reside, no
en sus entendimientos sino en sus voluntades depravadas y en sus apetitos y afectos desordenados.
—Gran reproche es para la religión, aunque injusto, que los que la confiesen, se opongan a ella de
corazón y vida. El Señor remediará esto a su tiempo y a su modo, no a la manera ciega de los
hombres que arrancan las espigas de trigo junto con la cizaña. Triste es que los hombres que
empezaron en el Espíritu terminen en la carne. Dos veces muertos: ellos estuvieron muertos en su
estado natural caído, pero ahora están muertos de nuevo por las pruebas evidentes de su hipocresía.
Árboles muertos, ¡por qué cargan al suelo! ¡Fuera con ellos, al fuego! Las olas rugientes son el terror
de los pasajeros que navegan, pero cuando llegan a puerto, el ruido y el terror terminan. Los falsos
maestros tienen que esperar el peor castigo en este mundo y en el venidero. Brillan como meteoros o
estrellas errantes que caen, y luego, se hunden en la negrura de las tinieblas para siempre. —No hay
mención de la profecía de Enoc en otra parte de la Escritura; sin embargo, un texto claro de la
Escritura prueba cualquier punto que tengamos que creer. De este descubrimos que la venida de
Cristo a juzgar fue profetizada tan al principio como fueron los tiempos anteriores al diluvio. El
Señor viene: ¡qué tiempo glorioso será! —Fijaos cuán a menudo se repite la palabra “impío”. Ahora,
muchos no se refieren a los vocablos pío o impío a menos que sea para burlarse aun de las palabras;
pero no es así en el lenguaje que nos enseña el Espíritu Santo. Las palabras duras de unos a otros,
especialmente si están mal fundamentadas, ciertamente serán tomadas en cuenta en el día del juicio.
—Los hombres malos y seductores se enojan con todo lo que sucede, y nunca están contentos con su
propio estado y condición. Su voluntad y su fantasía son su única regla y ley. Los que complacen sus
apetitos pecaminosos tienden más a rendirse a las pasiones ingobernables. Los hombres de Dios,
desde el comienzo del mundo, han declarado la condena que se les denunció. Evitemos a los tales.
Tenemos que seguir a los hombres que sólo siguen a Cristo.