Vv. 7—11. Se describen el engañador y su engaño: él trae error acerca de la persona y oficio del
Señor Jesús. Tal es un engañador y un anticristo; engaña a las almas y sabotea la gloria y el reino del
Señor Cristo. No pensemos que es raro que ahora haya engañadores y opositores del nombre y la
dignidad del Señor Cristo, porque los hubo en los tiempos de los apóstoles. —Mientras más abunden
los engañadores y los engaños, más alertas deben estar los discípulos. Triste es que los espléndidos
logros en la escuela de Cristo se pierdan para siempre. La manera de ganar la recompensa plena es
permanecer veraz a Cristo y constante en la religión hasta el final. El aferrarse firme a la verdad
cristiana nos une a Cristo, y por Él, también al Padre, porque ellos son uno. Descartemos igualmente
a los que no permanecen en la doctrina de Cristo y los que transgreden sus mandamientos.
Cualquiera que no profesa ni predica la doctrina de Cristo, respetándole como Hijo de Dios, y la
salvación de la culpa y del pecado por medio de Él, no deben ser notados ni tomados en cuenta. Pero
en obediencia a este mandamiento debemos demostrar bondad y buen espíritu a los que difieren de
nosotros en asuntos menores, pero sostienen firmemente todas las doctrinas importantes de la
persona de Cristo y de la santa salvación.
Vv 12, 13. El apóstol refiere muchas cosas a una reunión personal. Pluma y tinta eran medios de
fortalecer y consolar al prójimo, pero verse es mejor. La comunión de los santos debe ser mantenida
por todos los métodos y debe llevar al gozo mutuo. En la comunión con ellos encontramos mucho de
nuestro gozo presente y esperamos la felicidad para siempre.