Vv. 1—7. A medida que crecen nuestras pruebas necesitamos fortalecernos más en lo que es bueno;
nuestra fe, más fuerte; nuestra resolución, más fuerte; nuestro amor a Dios y Cristo, más fuerte. Esto
en oposición a que seamos más fuertes según nuestro propio poder. —Todos los cristianos, pero
especialmente los ministros, deben ser fieles a su Capitán, y resueltos en su causa. El gran afán del
cristiano debe ser agradar a Cristo. Tenemos que esforzarnos para dominar nuestras concupiscencias
y corrupciones, pero no podemos esperar el premio si no observamos las leyes. Debemos poner
cuidado en hacer el bien de manera correcta, para que no se hable mal del bien que hacemos.
Algunos que son activos, desperdician su celo en las formas externas y en disputas dudosas. Pero los
que luchan lícitamente serán coronados al final. Si deseamos participar de los frutos, debemos
trabajar primero; si deseamos ganar el premio debemos correr la carrera. Debemos hacer la voluntad
de Dios antes de recibir lo prometido, para lo cual necesitamos paciencia. Junto con nuestras
oraciones por el prójimo, para que el Señor les dé entendimiento en todo, debemos estimularlos y
exhortarles que consideren lo que oyen o leen.