Vv. 8—15. En los tiempos del evangelio la oración no debe limitarse a una casa de oración en
particular, pero los hombres deben orar en todas partes. —Debemos orar en nuestros cuartos, orar en
nuestras familias, orar cuando comemos, orar cuando viajamos, y orar en las asambleas solemnes,
sean públicas o privadas. Debemos orar con amor; sin ira ni contienda, sin enojo con nadie.
Debemos orar con fe, sin dudar y sin debatir. —Las mujeres que profesan la religión cristiana deben
ser modestas para vestirse, sin demostrar un estilo inadecuadamente elegante u ostentoso o de alto
costo. Las buenas obras son el mejor adorno, porque según el criterio de Dios, son de elevado precio.
La modestia y la limpieza deben tomarse más en cuenta que la elegancia y la moda en cuanto a la
ropa. Sería bueno que las que profesan una piedad seria estén totalmente libres de vanidad para
vestirse. Deben gastar más tiempo y dinero en socorrer al pobre y al angustiado que en adornarse
ellas mismas y sus hijos. Hacer esto en una forma inadecuada para su rango en la vida, y su
profesión de piedad, es pecaminoso. Estas no son fruslerías, sino mandatos divinos. Los mejores
adornos para quienes profesan la piedad son las buenas obras. —Según San Pablo no se permite que
las mujeres enseñen públicamente en la iglesia, porque enseñar es un oficio de autoridad. Pero las
buenas mujeres pueden y deben enseñar los principios de la religión verdadera a sus hijos en casa.
Además, las mujeres no deben pensar que están excusadas de aprender lo necesario para la
salvación, aunque no deben usurpar la autoridad. Como la mujer fue última en la creación, que es
una razón para su sumisión, también fue primera en la transgresión. Pero aquí hay una palabra de
consuelo; que las que permanezcan en modestia serán salvas al tener hijos, o con tener hijos, por el
Mesías que nació de una mujer. La tristeza especial a que está sometido el sexo femenino, debe
hacer que los hombres ejerzan su autoridad con mucha gentileza, ternura y afecto.