Vv. 5—12. Algo estorba o retiene al hombre de pecado. Se suponía que fuera el poder del
imperio romano, al que el apóstol no menciona claramente en esa época. La corrupción de la
doctrina y la adoración entraron por grados, y la usurpación del poder fue gradual; así prevaleció el
misterio de la iniquidad. La superstición y la idolatría fueron promovidas por una pretendida
devoción y se fomentaron el fanatismo y la persecución por el pretendido celo por Dios y su gloria.
Entonces el misterio de iniquidad sólo estaba empezando; cuando aun vivían los apóstoles, hubo
personas que pretendían celo por Cristo, pero realmente se le oponían. —La caída o ruina del estado
anticristiano está declarada. La pura palabra de Dios, con el Espíritu de Dios, denunciará a este
misterio de la iniquidad, y en su debido momento, será destruido por el resplandor de la venida de
Cristo. —Se falsifican señales y prodigios, visiones y milagros, pero son señales falsas que sustentan
doctrinas falsas; hacen prodigios mentirosos o sólo milagros simulados para engañar a la gente; son
notorias las obras diabólicas que el estado anticristiano ha estado sustentando. —Se describe a las
personas que son sus súbditos voluntarios. El pecado de ellos es éste: no amaron la verdad, y por
tanto, no la creyeron; se agradaron con nociones falsas. Dios los deja entregados a sí mismos,
entonces sigue el pecado por cierto, y los juicios espirituales aquí, y los castigos eternos en el más
allá. —Estas profecías han llegado a cumplirse, en gran medida, y confirman la verdad de las
Escrituras. Este pasaje concuerda exactamente con el sistema del papado que prevalece en la iglesia
romana, y bajo los papas romanos. Pero aunque el hijo de perdición haya sido revelado, aunque se
haya opuesto y exaltado por encima de todo lo que se llama Dios, o que es adorado, haya hablado y
actuado como si fuera un dios en la tierra, y haya proclamado su orgullo insolente, y respaldado sus
ilusiones con milagros mentirosos y toda clase de fraudes, aún el Señor no lo ha destruido por
completo con el fulgor de Su venida, porque aún quedan por cumplirse estas y otras profecías antes
que llegue el final.