Vv. 1—4. Si surgen errores entre los cristianos debemos corregirlos; y los hombres buenos tendrán
cuidado para suprimir los errores que surgen de entender mal sus palabras y acciones. Tenemos un
adversario astuto que está velando para hacer el mal y fomentar errores hasta por las palabras de la
Escritura. Cualquiera sea la incertidumbre que tengamos o cualquiera sean los errores que surjan
sobre el tiempo de la venida de Cristo, la venida misma es inminente. Esta ha sido la fe y la
esperanza de todos los cristianos en todas las edades de la Iglesia; fue la fe y la esperanza de los
santos del Antiguo Testamento. Todos los creyentes serán reunidos en Cristo para estar con Él y ser
felices en su presencia para siempre. Debemos creer firmemente la segunda venida de Cristo, pero
los tesalonicenses estaban ante el peligro de cuestionar la verdad o certeza de la cosa misma por
estar equivocados en cuanto al tiempo. Las doctrinas falsas son como los vientos que mueven el
agua de aquí para allá e inquietan la mentes de los hombres que son tan inestables como el agua.
Basta con que nosotros sepamos que nuestro Señor vendrá y recogerá a todos sus santos a Él. —Se
da una razón del por qué ellos no debían esperar la venida de Cristo como inmediata. Primero tendría
que haber una gran caída, la que ocasionará el levantamiento del anticristo, el hombre de pecado. Ha
habido grandes debates sobre quién o qué se entiende por este hombre de pecado e hijo de perdición.
El hombre de pecado no sólo practica el pecado; también promueve y comanda el pecado y la
maldad en los demás; es el hijo de perdición, porque está dedicado a destrucción cierta, y es el
instrumento para destruir a muchos, de cuerpo y alma. Como Dios estuvo en el templo antiguo y allí
lo adoraban, ahora está en su Iglesia y con ella; de la misma manera el anticristo aquí mencionado es
un usurpador de la autoridad de Dios sobre la Iglesia cristiana, y reclama honores divinos.