Vv. 8—17. Hay una filosofía que ejercita correctamente nuestras facultades de raciocinio: el
estudio de las obras de Dios, que nos lleva al conocimiento de Dios y confirma nuestra fe en Él. Pero
hay una filosofía que es vana y engañosa; y aunque complace las fantasías de los hombres,
obstaculiza la fe de ellos: tales son las especulaciones curiosas sobre cosas que no trascienden o no
nos interesan. Los que van por el camino del mundo se han apartado de seguir a Cristo. En Él
tenemos la sustancia de todas las sombras de la ley ceremonial. Todos los defectos de la ley están
compensados en el evangelio de Cristo por su sacrificio completo por el pecado, y por la revelación
de la voluntad de Dios. Ser completo es estar equipado con todas las cosas necesarias para la
salvación. Por esta sola palabra, “completo” se indica que tenemos todo lo requerido en Cristo. “En
Él”, no cuando miramos a Cristo como si estuviese lejos de nosotros, sino cuando tenemos a Cristo
habitando y permaneciendo en nosotros. Cristo está en nosotros y nosotros en Él cuando por el poder
del Espíritu, la fe obra en nuestros corazones por el Espíritu y somos unidos a nuestra Cabeza. La
circuncisión del corazón, la crucifixión de la carne, la muerte y sepultación al pecado y al mundo, y
la resurrección a la novedad de vida, simbolizadas en el bautismo, y por fe obrada en nuestros
corazones, demuestran que nuestros pecados han sido perdonados, y que estamos completamente
liberados de la maldición de la ley. —Por medio de Cristo somos resucitados los que estábamos
muertos en el pecado. La muerte de Cristo fue la muerte de nuestros pecados; la resurrección de
Cristo es la vivificación de nuestras almas. Cristo sacó del camino la ley de las ordenanzas que fue
yugo para los judíos, y muro de separación para los gentiles. Las sombras huyeron cuando la
sustancia se hizo presente. Como todo mortal es culpable de muerte, por lo escrito en la ley, ¡qué
espantosa es la situación de los impíos réprobos que pisotean la sangre del Hijo de Dios, que es lo
único con que puede borrarse esta sentencia! Que nadie se perturbe con los juicios fanáticos
relacionados a la carne o a las solemnidades judías. Apartar un tiempo para adorar y servir a Dios es
un deber ineludible que no depende necesariamente del séptimo día de la semana, el día de reposo de
los judíos. El primer día de la semana o el día del Señor es el tiempo que los cristianos guardan santo
en memoria de la resurrección de Cristo. Todos los ritos judaicos eran sombra de las bendiciones del
evangelio.