Vv. 6—14. El apóstol prueba la doctrina, de cuyo rechazo había culpado a los gálatas; a saber, la
de la justificación por la fe, sin las obras de la ley. Hace esto a partir del ejemplo de Abraham, cuya
fe se afirmó en la palabra y la promesa de Dios, y por creer fue reconocido y aceptado por Dios
como hombre justo. Se dice que la Escritura prevé, porque el que previó es el Espíritu Santo, que
inspiró las Escrituras. Abraham fue bendecido por fe en la promesa de Dios; y es esta la única forma
en que los demás obtienen este privilegio. Entonces, estudiemos el objeto, la naturaleza y los efectos
de la fe de Abraham, porque, ¿quién puede escapar de la maldición de la santa ley de alguna otra
manera? La maldición es contra todos los pecadores, por tanto, contra todos los hombres, porque
todos pecaron y todos se hicieron culpables ante Dios; y si, como transgresores de la ley estamos
bajo su maldición, debe ser vano buscar justificación por ella. Justos o rectos son sólo los liberados
de la muerte y de la ira, y restaurados a un estado de vida en el favor de Dios: sólo a través de la fe
llegan las personas a ser justas. —Así, vemos, pues, que la justificación por la fe no es una doctrina
nueva, sino que fue enseñada en la Iglesia de Dios mucho antes de los tiempos del evangelio. En
verdad, es la única manera por la cual fueron o pueden ser justificados los pecadores. —Aunque no
cabe esperar liberación por medio de la ley, hay una vía abierta para escapar de la maldición y
recuperar el favor de Dios, a saber, por medio de la fe en Cristo. Cristo nos redimió de la maldición
de la ley; fue hecho pecado, u ofrenda por el pecado por nosotros. Así fue hecho maldición por
nosotros; no separado de Dios, pero por un tiempo, estuvo sujeto al castigo divino. Los intensos
sufrimientos del Hijo de Dios advierten a gritos a los pecadores que huyan de la ira venidera, más
que de todas las maldiciones de la ley, porque, ¿cómo podría Dios salvar a un hombre que
permanece bajo pecado, viendo que no salvó a su propio Hijo, cuando nuestros pecados fueron
cargados sobre Él? Pero, al mismo tiempo, Cristo, desde la cruz, invita libremente a los pecadores a
que se refugien en Él.