Vv. 9—11. Se advierte a los corintios de muchos males grandes, de los cuales habían sido
culpables anteriormente. Hay mucha fuerza en estas preguntas cuando consideramos que se dirigen a
un pueblo envanecido con la ilusión de ser superior a los demás en sabiduría y conocimiento. Toda
injusticia es pecado; todo pecado reinante, sí, todo pecado actual, cometido con intención, y del cual
no se ha arrepentido, excluye del reino del cielo. No os engañéis. Los hombres se inclinan mucho a
halagarse a sí mismos con que pueden vivir en pecado, pero morir en Cristo e irse al cielo. Sin
embargo, no podemos esperar que sembrando en la carne cosechemos vida eterna. —Se les recuerda
el cambio hecho en ellos por el evangelio y la gracia de Dios. La sangre de Cristo y el lavamiento de
la regeneración pueden quitar toda culpa. Nuestra justificación se debe a los sufrimientos y los
méritos de Cristo; nuestra santificación a la obra del Espíritu Santo, pero ambas van juntas. Todos
los que son hechos justos a ojos de Dios, son hechos santos por la gracia de Dios.