Vv. 22—27. El apóstol razona acerca de la naturaleza y las obligaciones de la justicia, la
templanza y del juicio venidero, demostrando así al juez opresor y a su amante disoluta la necesidad
que tenían ellos del arrepentimiento, el perdón y la gracia del evangelio. La justicia en relación a
nuestra conducta en la vida, particularmente con referencia al prójimo; la templanza, al estado y
gobierno de nuestras almas con relación a Dios. El que no se ejercita en estas no tiene ni la forma ni
el poder de la piedad y debe ser abrumado con la ira divina en el día de la manifestación de Dios. —
La perspectiva del juicio venidero es suficiente para hacer que tiemble el corazón más recio. Félix
tembló, pero eso fue todo. Muchos de los que se asombran con la palabra de Dios, no son cambiados
por ella. Muchos temen las consecuencias del pecado pero continúan amándolo y practicándolo. Las
demoras son peligrosas en los asuntos de nuestras almas. Félix postergó este asunto para un
momento más propicio, pero no hallamos que haya llegado nunca el momento más conveniente.
Considérese que es ahora el tiempo aceptadble: escucha hoy la voz del Señor. Él tuvo apuro para
dejar de oír la verdad. ¡Había un asunto más urgente para él que reformar su conducta o más
importante que la salvación de su alma! Los pecadores empiezan, a menudo, como un hombre que
despierta de su sueño por un ruido fuerte pero pronto vuelve a hundirse en su sopor habitual. No os
dejéis engañar por las apariencias ocasionales en nosotros mismos o en el prójimo. Por sobre todo
no juguemos con la palabra de Dios. ¿Esperamos que se ablanden nuestros corazones al ir avanzando
en la vida o que disminuya la influencia del mundo? ¿No corremos en este momento el peligro de
perdernos para siempre? Ahora es el día de salvación; mañana puede ser demasiado tarde.