Vv. 51—53. Parece que Esteban iba a proseguir demostrando que el templo y el servicio del
templo debían llegar a su fin, y que ceder el paso a la adoración del Padre en espíritu y en verdad
sería para gloria de ambos, pero se dio cuenta de que ellos no lo soportarían. Por tanto, se calló, y
por el Espíritu de sabiduría, valor y poder, reprendió fuertemente a sus perseguidores. Cuando
argumentos y verdades claras provocan a los opositores del evangelio, se les debe mostrar su culpa y
peligro. Ellos, como sus padres, eran obcecados y soberbios. En nuestros corazones pecaminosos
hay lo que siempre resiste al Espíritu Santo, una carne cuyo deseo es contra el Espíritu, y batalla
contra sus movimientos; pero, en el corazón de los elegidos de Dios esa resistencia es vencida
cuando llega la plenitud del tiempo. Ahora el evangelio era ofrecido, no por ángeles, sino por el
Espíritu Santo, pero ellos no lo abrazaron porque estaban resueltos a no cumplir con Dios, ya fuera
en su ley o en su evangelio. La culpa de ellos les clavó el corazón, y buscaron alivio asesinando a
quien los reprendía, en lugar de llorar y pedir misericordia.