Vv. 19—25. Este era el primer día de la semana y, después, este día es mencionado a menudo
por los escritores sagrados, porque fue evidentemente apartado como el día de reposo cristiano en
memoria de la resurrección de Cristo. Los discípulos habían cerrado las puertas por miedo a los
judíos; y cuando no tenían esa expectativa, el mismo Jesús vino y se paró en el medio de ellos,
habiendo abierto las puertas en forma milagrosa aunque silenciosa. Consuelo para los discípulos de
Cristo es que ninguna puerta puede dejar fuera la presencia de Cristo, cuando sus asambleas pueden
realizarse sólo en privado. Cuando Él manifiesta su amor por los creyentes por medio de las
consolaciones de su Espíritu, les asegura que debido a que Él vive, también ellos vivirán. Ver a
Cristo alegrará el corazón del discípulo en cualquier momento, y mientras más veamos a Cristo, más
nos regocijaremos. —Él dijo: Recibid el Espíritu Santo, demostrando así que su vida espiritual, y su
habilidad para hacer la obra, derivará y dependerá de Él. Toda palabra de Cristo que sea recibida por
fe en el corazón, viene acompañada de ese soplo divino; y sin Él no hay luz ni vida. Nada se ve,
conoce, discierne ni siente de Dios sino por medio de éste. —Cristo mandó, después de esto, a los
apóstoles a que anunciaran el único método por el cual será perdonado el pecado. Este poder no
existía en absoluto en los apóstoles en cuanto poder para dar juicio, sino sólo como poder para
declarar el carácter de aquellos a quienes Dios aceptará o rechazará en el día del juicio. Ellos han
sentado claramente las características por medio de las cuales puede discernirse a un hijo de Dios y
ser distinguido de un falso profesante y, conforme a lo que ellos hayan declarado, cada caso será
decidido en el día del juicio. —Cuando nos reunimos en el nombre de Cristo, especialmente en su
día santo, Él se encontrará con nosotros y nos hablará de paz. Los discípulos de Cristo deben
emprender la edificación de su santísima fe de unos a otros, repitiendo a los que estuvieron ausentes
lo que oyeron, y dando a conocer lo que han experimentado. Tomás limitó al Santo de Israel, cuando
quería ser convencido por su propio método, y no de otra manera. Podría haber sido dejado, con
justicia, en su incredulidad, luego de rechazar tan abundantes pruebas. Los temores y las penas de
los discípulos suelen ser prolongadas para castigar su negligencia.