Vv. 6—10. Cristo ora por los que son suyos. Tú me los diste, como ovejas al pastor, para ser
cuidados; como un paciente es llevado al médico, para ser curado; como niños al tutor, para ser
enseñados: de este modo Él entregará su carga. Para nosotros es una gran satisfacción, en nuestra
confianza en Cristo, que sea de Dios Él, todo lo que Él es y tiene, y todo lo que dijo e hizo, todo lo
está haciendo y hará. Cristo ofreció esta oración por su pueblo solo en cuanto a creyentes; no por el
mundo en general. Aunque nadie que desee ir al Padre y sea consciente de que es indigno de ir en su
propio nombre, tiene que desanimarse por la declaración del Salvador, porque es capaz y está
dispuesto para salvar hasta lo sumo a todos los que vayan a Dios por Él. Las convicciones y los
deseos fervorosos son señal esperanzadora de una obra ya efectuada en el hombre; empiezan a
demostrar que ha sido elegido para salvación a través de la santificación del Espíritu y la creencia de
la verdad. —Ellos son tuyos, y los tuyos son los míos. Esto dice que Padre e Hijo son uno. Todo lo
mío es tuyo. El Hijo no considera a nadie como suyo que no sea dedicado al servicio del Padre.