Vv. 35—38. Cristo reconoce a quienes le reconocen a Él, su verdad y sus caminos. Se nota en
particular a los que sufren en la causa de Cristo y del testimonio de una buena conciencia. Nuestro
Señor Jesús se revela por gracia al hombre. Ahora éste fue hecho sensato; qué misericordia
inexpresable fue ser curado de su ceguera, para que pudiera ver al Hijo de Dios. Nadie sino Dios
debe ser adorado; así que, al adorar a Jesús, le reconoció como Dios. Le adorarán todos los que creen
en Él.
Vv. 39—41. Cristo vino al mundo a dar vista a los espiritualmente ciegos. Además, para que los
que ven sean cegados; para que los que tienen un elevado concepto de su propia sabiduría, sean
sellados en su ignorancia. La predicación de la cruz era considerada locura por quienes no
conocieron a Dios por la sabiduría carnal. Nada fortifica los corazones corruptos de los hombres
contra las convicciones de la palabra más que la elevada opinión que los otros tienen de ellos; como
si todo lo que los hombres aplauden, debiera ser aceptado por Dios. —Cristo los silenció, pero
persiste el pecado del vanidoso y del que confía en sí mismo; ellos rechazan el evangelio de la
gracia, por tanto, la culpa de su pecado sigue sin ser perdonada, y el poder de su pecado sigue
intacto.