Vv. 1—11. Es muy deseable que cuando haya un matrimonio Cristo lo reconozca y lo bendiga. Los
que quieran tener a Cristo consigo en su matrimonio deben invitarlo por medio de la oración y Él
vendrá. Mientras estamos en este mundo nos hallamos, a veces, en aprietos aun cuando creemos
estar en abundancia. Había una necesidad en la fiesta de bodas. Los que son dados a preocuparse por
las cosas del mundo deben esperar problemas y contar con el desencanto. Cuando hablamos a Cristo
debemos exponer con humildad nuestro caso ante Él y, luego, encomendarnos a Él para que haga
como le plazca. —No hubo falta de respeto en la respuesta de Cristo a su madre. Usó la misma
palabra cuando le habló con afecto desde la cruz, pero es testimonio presente contra la idolatría de
las épocas posteriores que rinde honores indebidos a su madre. —Su hora llega cuando no sabemos
qué hacer. La tardanza de la misericordia no es una negación de las oraciones. Los que esperan los
favores de Cristo deben obedecer sus órdenes con prontitud. El camino del deber es el camino a la
misericordia, y no hay que objetar los métodos de Cristo. —El primero de los milagros de Moisés
fue convertir agua en sangre, Exodo vii, 20; el principio de los milagros de Cristo fue convertir agua
en vino, lo cual puede recordarnos la diferencia que hay entre la ley de Moisés y el evangelio de
Cristo. Él demuestra que beneficia con consuelos de la creación a todos los creyentes verdaderos y
que a ellos los convierte en verdadero consuelo. Las obras de Cristo son todas para bien. ¿Ha
convertido tu agua en vino, te dio conocimiento y gracia? Es para aprovecharlo; por tanto, saca ahora
y úsalo. Era el mejor vino. Las obras de Cristo se recomiendan por sí mismas aun ante quienes no
conocen a su Autor. Lo que es producido por milagro siempre ha sido lo mejor de su clase. Aunque
con esto Cristo permite el uso correcto del vino, no anula en lo más mínimo su advertencia de que
nuestros corazones, en ningún momento, se carguen con glotonería ni embriaguez, Lucas xxi, 34.
Aunque no tenemos que ser melindrosos para festejar con nuestras amistades en ocasiones
apropiadas, de todos modos, toda reunión social debe realizarse de tal modo que podamos invitar a
reunise con nosotros al Redentor, si ahora estuviera en la tierra; toda liviandad, lujuria y exceso le
ofenden.