Vv. 13—21. El reino de Cristo es espiritual, y no es de este mundo. El cristianismo no se mete en
política; obliga a todos a obrar con justicia, pero el poder mundano no se fundamenta en la gracia.
No estimula las expectativas de ventajas mundanas por medio de la religión. La recompensa de los
discípulos de Cristo son de otra naturaleza. —La avaricia es un pecado del cual tenemos que estar
constantemente precavidos, porque la dicha y el consuelo no dependen de la riqueza de este mundo.
Las cosas del mundo no satisfacen los deseos del alma. Aquí hay una parábola que muestra la
necedad de los mundanos carnales mientras viven, y su miseria cuando mueren. El carácter descrito
es exactamente el de un hombre mundano prudente que no tiene gratitud hacia la providencia de
Dios, ni un pensamiento recto sobre la incertidumbre de los asuntos humanos, el valor de su alma o
la importancia de la eternidad. ¡Cuántos, aún entre cristianos profesos, señalan a personajes
semejantes como modelos para imitar y personas con las cuales sería bueno relacionarse! Erramos si
pensamos que los pensamientos se pueden ocultar, y que los pensamientos son libres. Cuando vio
una gran cosecha en su terreno, en lugar de dar gracias a Dios por ella, o de regocijarse por tener
mayor capacidad para hacer el bien, se aflige. ¿Qué haré ahora? ¿Qué hago ahora? El mendigo más
pobre del país no podría haber dicho algo con mayor ansiedad. Mientras más tengan los hombres,
más confusión tienen. Fue necio no pensar en usar de otro modo la riqueza, sino en darse gustos
carnales y satisfacer los apetitos sensuales, sin pensar en hacer el bien a los demás. Los mundanos
carnales son necios; y llega el día en que Dios los llamará por nombre propio, y ellos se llamarán así.
La muerte de tales personas es miserable en sí y terrible para ellos. Pedirán tu alma. Él detesta
separase de sus bienes, pero Dios lo requerirá, requerirá una rendición de cuentas, lo requerirá como
de alma culpable, para ser castigada sin demora. Necedad de la mayoría de los hombres es
preocuparse y perseguir lo que es sólo para el cuerpo y para el tiempo, y no para el alma y para la
eternidad.