Vv. 14—16. No hay sino doce apóstoles llamados, y uno de ellos era como un diablo; con toda
seguridad nunca debemos esperar que ninguna sociedad sea absolutamente pura a este lado del cielo.
Mientras más grandiosa sea la profesión de la religión que hagan los hombres, más grande será la
oportunidad que tengan de hacer el mal si sus corazones no están bien con Dios. Obsérvese que el
propio discípulo de Cristo, que conocía tan bien su doctrina y estilo de vida, fue falso con Él, y no lo
pudo acusar de ningún delito, aunque hubiera servido para justificar su traición. ¿Qué quería Judas?
¿No era bien recibido donde quiera fuera su Maestro? ¿No le iba como le iba a Cristo? No es la falta
de sino el amor al dinero lo que es la raíz de todo mal. Después que hizo esa malvada transacción,
Judas tuvo tiempo para arrepentirse y revocarla; pero cuando la conciencia se ha endurecido con
actos menores de deshonestidad, los hombres hacen sin dudar lo que es más vergonzoso.