Vv. 29—34. Bueno es que los sometidos a la misma prueba o enfermedad del cuerpo o de la
mente, se unan para orar a Dios por alivio, para que puedan estimularse y exhortarse unos a otros.
Hay suficiente misericordia en Cristo para todos los que piden. Ellos oraban con fervor. Clamaban
como hombres apremiados. Los deseos fríos mendigan negaciones. Fueron humildes para orar,
poniéndose a merced de la misericordia del mediador y refiriéndose alegremente a ella. Muestran fe
al orar por el título que dieron a Cristo. Seguro que fue por el Espíritu Santo que trataron de Señor a
Jesús. Perseveraron en oración. Cuando iban en busca de la misericordia no había tiempo para la
timidez o la vacilación: clamaban con fervor. —Cristo los animó. Nos sensibilizamos rápidamente
ante las necesidades y las cargas del cuerpo, y nos podemos relacionar con ellas con prontitud. ¡Oh,
que nos quejásemos con tanto sentimiento de nuestras dolencias espirituales, especialmente de
nuestra ceguera espiritual! Muchos están espiritualmente ciegos, pero dicen que ven. Jesús curó a
estos ciegos y cuando hubieron recibido la vista, lo siguieron. Nadie sigue ciegamente a Cristo.
Primero, por gracia Él abre los ojos de los hombres, y así atrae hacia Él sus corazones. Estos
milagros son nuestro llamamiento a Jesús; podemos oírlo y hacerlo nuestra oración diaria para crecer
en gracia y en el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo.