Vv. 27—31. En esa época los judíos esperaban que apareciera el Mesías; estos ciegos supieron y
proclamaron en las calles de Capernaum que había venido, y que era Jesús. Los que, por la
providencia de Dios, han perdido la vista física, por gracia de Dios, pueden tener plenamente
iluminados los ojos de su entendimiento. Sean las que sean nuestras necesidades y cargas, no
necesitamos más provisión y apoyo que participar en la misericordia de nuestro Señor Jesús. En
Cristo hay suficiente para todos. —Ellos lo siguieron gritando en voz alta. Iba a probar su fe, y nos
enseñaría a orar siempre y no desmayar, aunque la respuesta no llegue de inmediato. Ellos siguieron
a Cristo y lo siguieron clamando, pero la gran pregunta es: ¿Crees tú? La naturaleza puede hacernos
fervorosos, pero es sólo la gracia la que puede obrar la fe. —Cristo tocó sus ojos. Él da vista a las
almas ciegas por el poder de su gracia que va unida a su palabra, e imparte la cura sobre la fe de
ellos. Los que apelan a Jesucristo serán tratados, no conforme a sus fantasías ni a su profesión, sino
conforme a su fe. —A veces Cristo ocultaba sus milagros porque no quería dar pie al engaño que
prevalecía entre los judíos de que su Mesías sería un príncipe temporal, y así, dar ocasión a que el
pueblo intentara tumultos y sediciones