Vv. 18—26. La muerte de nuestros familiares debe llevarnos a Cristo que es nuestra vida. Gran
honor para los reyes más grandes es esperar en el Señor; y los que reciban misericordia de Cristo
deben honrarle. La variedad de métodos que Cristo usó para hacer sus milagros quizá se debió a las
diferentes disposiciones mentales y temperamentos con que venían los que a Él acudían; todo esto lo
conocía perfectamente Aquel que escudriña los corazones. —Una pobre mujer apeló a Cristo y
recibió de Él misericordia, al pasar por el camino. Si sólo tocásemos, como si así fuera, el borde de
la túnica de Cristo por fe viva, serán sanados nuestros peores males; no hay otra cura verdadera ni
tenemos que temer que sepa cosas que son dolor y carga para nosotros, y que no las contaríamos a
ningún amigo terrenal. —Cuando Cristo entró a la casa del hombre principal dijo: Apartaos. A
veces, cuando prevalece el dolor del mundo, es difícil que entren Cristo y sus consolaciones. La hija
del principal estaba realmente muerta, pero no para Cristo. La muerte del justo, de manera especial,
debe ser considerada sólo un dormir. —Las palabras y las obras de Cristo pueden no ser entendidas
al comienzo, aunque por eso no deben ser despreciadas. La gente fue fortalecida. Los escarnecedores
que se ríen de lo que no entienden no son testigos apropiados de las maravillosas obras de Cristo.
Las almas muertas no son resucitadas a la vida espiritual, a menos que Cristo las tome de la mano:
está hecho en el día de su poder. Si este solo caso en que Cristo resucitó a un muerto reciente,
aumentó tanto su fama, ¡qué será su gloria cuando todos los que están en los sepulcros oigan su voz
y salgan; los que hicieron bien a resurrección de la vida, y los que hicieron mal, a resurrección de
condenación!