V. 1. Este versículo se refiere al final del sermón anterior. Aquellos a quienes Cristo se ha dado a
conocer, desean saber más de Él.
Vv. 2—4. En estos versículos tenemos el relato de la limpieza de un leproso hecha por Cristo; el
leproso se acercó a Él y lo adoró como a Uno investido de poder divino. Esta purificación no sólo
nos guía a acudir a Cristo, que tiene poder sobre las enfermedades físicas, para la sanidad de ellas;
también nos enseña la manera de apelar a Él. Cuando no podemos estar seguros de la voluntad de
Dios, podemos estar seguros de su sabiduría y misericordia. Por grande que sea la culpa, en la sangre
de Cristo hay aquello que la expía; ninguna corrupción es tan fuerte que no haya en su gracia lo que
puede someterla. Para ser purificados debemos encomendarnos a su piedad; no podemos demandarlo
como deuda; debemos pedirlo humildemente como un favor. —Quienes por fe apelan a Cristo por
misericordia y gracia, pueden estar seguros de que Él les está dando libremente la misericordia y la
gracia que ellos así procuran. Benditas sean las aflicciones que nos llevan a conocer a Cristo, y nos
hacen buscar su ayuda y su salvación. —Quienes son limpios de su lepra espiritual, vayan a los
ministros de Cristo y expongan su caso, para ser aconsejados, consolados y para que oren por ellos.