Estudio Biblico
En un momento, los dos discípulos de Juan Bautista, ven cómo su líder, hombre serio y fiel a sus enseñanzas, señala al anónimo hijo del carpintero de Nazaret. Luego, la pregunta clave: “¿dónde moras?”
Pasaban de un líder carismático y radical que estuvo dispuesto a ceder a sus seguidores en pos de otro, aquel que ha manifestado la presencia del Espíritu Santo.
Pero lo que más impresiona, es la disposición de los dos seguidores (Juan y Andrés), para descubrir y aprender de su nuevo Maestro. Ellos no sólo anhelaban conocer para seguir preceptos. Deseaban ir a la Fuente, al Autor.
Cuando preguntan dónde mora, van más allá. Dios está en todas partes, pero descide “morar”, en el sitio de su agrado. La palabra nos habla de intimidad, confianza; cuando llegamos al lugar en el que habitamos (moramos), nos vestimos de la manera más cómoda, vemos tv, hacemos lo que nos place. Si permitimos a alguien ingresar al lugar de nuestra morada, le cedemos parte de nuestra intimidad, de nuestra realidad.
La petición de los jóvenes podía tener su aspecto de insolencia. Pero el Maestro no se molestó. Sencillamente, les permitió acompañarlo. Cristo quiere que lo conozcamos, que vayamos más allá de la simple admiración, de la obediencia, o aún mas, de la gratitud. Quiere que tengamos intimidad con él.
Buscarlo en Su Palabra, en oración sencilla y sincera, con corazón abierto, sin sentirnos buenos, sólo conocerlo para ser cautivados por su presencia. Aceptemos el desafío y corramos el riesgo de ser cambiados por su imagen.