Vv. 24-30. Aquí tenemos el cumplimiento de la palabra de Dios a Moisés, de que debe tener
ayuda para gobernar a Israel. Él dio su Espíritu a los setenta ancianos. Ellos hablaron de las cosas de
Dios al pueblo para que todos los que les oyeran pudieran decir que de verdad Dios estaba con ellos.
Dos de los ancianos, Eldad y Medad, no habían venido al tabernáculo, como el resto, sensibles a su
propia debilidad e indignidad, pero el Espíritu de Dios los halló en el campamento y allí ejercieron
su don de orar, predicar y alabar a Dios; hablaban movidos por el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios
no está limitado al tabernáculo sino que, como el viento, sopla donde quiere. Y los que se humillan
serán exaltados; y los que son más aptos para gobernar son los que menos lo ambicionan. —Josué no
desea que sean castigados sino sólo sean refrenados en el futuro. Esta moción hizo por celo por lo
que él pensaba debía ser la unidad de la iglesia. Él los hubiera acallado, no fuera que causaran
división o rivalizaran con Moisés, pero Moisés no temía ninguno de esos efectos de aquel Espíritu
que Dios había puesto en ellos. ¿Rechazaremos a los que pertenecen a Cristo o los refrenaremos de
hacer algo bueno, porque no están en todo de acuerdo con nuestras ideas? Moisés desearía que todo
el pueblo del Señor fuese profeta, que Él pusiera su Espíritu en todos. —Que quienes desean estar en
el poder crean el testimonio de Moisés: que el gobierno es una carga. Es una carga de cuidado y
problemas para quienes toman conciencia del deber que es; y para los que no, resultará una carga
más pesada el día en que deban dar cuentas. Que el ejemplo de Moisés sea seguido por quienes están
en el poder; que no desprecien el consejo y asistencia de otros, sino que la deseen y agradezcan. Si la
totalidad del pueblo del Señor fuera profeta o ministro, por el Espíritu de Cristo, aunque no todos
concordaran en asuntos externos, hay obra suficiente para todos en el llamamiento a los pecadores a
arrepentirse y tener fe en nuestro Señor Jesús.