Vv. 4-9. El hombre habiendo abandonado el reposo, se siente incómodo y miserable, aunque
próspero. Ellos se cansaron de la provisión que Dios había hecho para ellos aunque era comida sana
y alimenticia. No costaba dinero ni cuidados, y el trabajo de juntarlo era indudablemente poco; sin
embargo, hablaban de la baratura de Egipto y del pescado que allá comían gratuitamente; ¡como si
les hubiera costado nada, cuando lo pagaban bien caro con duro trabajo! Mientras vivieron de maná
parecían exentos de la maldición que el pecado ha acarreado al hombre, que debe comer el pan con
el sudor de su frente; no obstante, se referían a él con burla. La mente descontenta y peleadora
encontrará defectos en lo que no tiene falla en sí, pero que es demasiado bueno para ella. Quienes
podrían ser felices a menudo se sienten miserables debido al descontento. —No podían estar
satisfechos si no tenían carne para comer. Es la evidencia del dominio de la mente carnal cuando
queremos tener los deleites y las satisfacciones de los sentidos. No debemos ceder en ningún deseo
que no podamos, por fe, convertir en oración, como no podemos cuando pedimos carne para nuestra
concupiscencia. Lo que de por sí es legítimo se vuelve malo cuando Dios no nos lo da, pero nosotros
lo deseamos.