Vv. 1, 2. La ofrenda de sacrificios era una ordenanza para la religión verdadera, desde la caída del
hombre hasta la venida de Cristo. Pero parece que no hubo reglamentos muy detallados hasta que los
israelitas estuvieron en el desierto. El designio general de estas leyes es claro. Los sacrificios
tipificaban a Cristo; además eran sombras del deber, carácter, privilegio y comunión del creyente
con Dios. Casi no hay algo que la Escritura diga del Señor Jesús que, además, no tenga referencia a
su pueblo. Este libro empieza con las leyes de los sacrificios; los más antiguos eran los holocaustos,
sobre los cuales Dios da órdenes a Moisés en este pasaje. Se da por sentado que el pueblo estaba
dispuesto a traer ofrendas al Señor. La luz misma de la naturaleza dirige al hombre de una u otra
manera para honrar a su Hacedor como su Señor. Los sacrificios fueron ordenados inmediatamente
después de la caída.